SIRTE. “Murió entre mis manos. Estuvo cuarenta minutos en agonía, le hablábamos, pero no respondía. Tenía dos disparos, uno en el pecho y otro en la cabeza y perdió mucha sangre”. Ismael Tweel vuelve al lugar donde el jueves murió Muamar Gadafi. Como responsable de la brigada Al Halbos suya era la responsabilidad sobre la Zona 2 de Sirte (nombre militar), muy cercana y una de las más castigadas por los combates porque allí se escondía el ex mandatario. A las nueve de la mañana la OTAN les dio el aviso de que un convoy de 25 vehículos se preparaba para abandonar la ciudad. La caravana salió al mediodía desde la Zona 2 por la autopista de la costa, después de pocos kilómetros dejó el asfalto y se adentró en un campo de olivos por una pista de tierra en una zona llamada Silia. En este momento, cuando salieron de entre las casas, se produjo el bombardeo. Los coches calcinados son testigos mudos de la matanza. Muchos de los pasajeros perdieron la vida y sus cuerpos calcinados se confunden con la chatarra. El resto salió huyendo intentando buscar refugio entre los árboles.

Tres semanas de combates y los constantes bombardeos de la OTAN obligaron al dictador a tomar la decisión de dejar Sirte. Según los testimonios que los rebeldes han obtenido de algunos detenidos, el jueves a primera hora Gadafi reunió a sus mejores hombres y, acompañado de su hijo Motasim, les comunicó su intención de abandonar su escondite de los últimos meses para llegar a Wadi Yaraf, la puerta del desierto. La huida no era sencilla. Además de la OTAN, el convoy debía burlar los cinturones de seguridad de las fuerzas rebeldes, llegadas en su mayoría de Bengasi y Misrata. Silia es una tranquila área rural con una pista de tierra que lleva directamente hasta el desierto.

Los hombres de Gadafi tenían clara la vía de escape, pero la OTAN echó por tierra sus planes. “No nos dijeron que Gadafi iba en los coches, pero nos avisaron de que podía ser alguien importante”, aseguran milicianos que tomaron parte en la captura. El honor de cazar al dictador recayó en los hombres de las brigadas Al Nemer, Sahal Sharqui y Al Wadi, todas de Misrata. El cinturón creado por los mandos rebeldes fue efectivo y gracias a su despliegue en los accesos a la ciudad se encontraron cara a cara con Gadafi.

El bombardeo fue rápido y preciso. Inmediatamente después empezó el combate con los hombres que huían de los coches incendiados. “Capturamos a uno que nos dijo que Gadafi y su hijo estaban en los coches, pero al principio no le creímos”, asegura Taweel. Luchando entre los olivos, un grupo de rebeldes observó a varias personas que buscaban refugio en una tubería de cemento. Cuando se acercaron fueron repelidos por los disparos de una docena de hombres que tomaron posiciones en torno a una de las cavidades. Sus cuerpos fueron ayer retirados por miembros de la Media Luna Roja, era la guardia personal del dictador y no quedó nadie con vida. Mientras se llevan los cadáveres en bolsas de plástico decenas de milicianos se acercan en romería para ver el lugar de los hechos. “Desde febrero nos llamaba ratas y luego termina escondiéndose en este agujero donde realmente sólo pueden vivir las ratas, como un cobarde”, bromea Ashraf, que ha venido desde Ajdabiya a Sirte para intentar encontrar a su hermano desaparecido en marzo cuando las fuerzas de Gadafi tomaron su pueblo. Milicianos de este y oeste se dan cita frente a la tubería y escriben los nombres de sus brigadas en el lugar donde cayó el dictador. Otros ponen el nombre de seres queridos caídos en combate.

¡Muamar, Muamar!
El combate duró más de quince minutos. En la tubería vieron a un hombre armado con una pistola de nueve milímetros, vestido de blanco y con botas de cuero negras. “¿Qué estáis haciendo?”, les preguntó a los milicianos que sin perder un instante se abalanzaron sobre él al grito de “¡Muamar, Muamar!” La noticia se extendió con rapidez y en cuestión de minutos una turba rodeaba al dictador y lo zarandeaba. “Le pegamos muy duro”, reconoce uno de los milicianos que estuvo presente y que al preguntarle sobre si lo ejecutaron asegura que “lo que pasó en los siguientes minutos de la captura sólo lo sabemos nosotros. Las imágenes no las tiene ni Al Jazeera”. La versión que los mandos de la brigada ofrecen es que “se escaparon varias balas de las armas de la multitud, armas sin seguro, y dos ellas le mataron”. Taweel y otros dos hombres arrebataron a un malherido Gadafi al grupo y lograron subirlo a una ambulancia. “Le quitamos la parte superior de su ropa para ver la herida, intentamos ayudarle, pero de pronto empezó a subir gente y más gente. Le quitaron su anillo de oro y hasta las botas, todos querían un trofeo de guerra”, recuerda Taweel, cuyo único recuerdo son sus pantalones manchados por la sangre del ex mandatario. A duras penas se abrieron paso entre la multitud con el vehículo y pusieron rumbo a Mistara, al mercado central donde los médicos certificaron su muerte y donde el cuerpo está expuesto al público en una cámara para guardar carne de animales sacrificados. ¿Qué pasó con su hijo Motassim? Una captura similar y un mismo final, la muerte a manos rebeldes. Al cierre de esta edición padre e hijo seguían en el frigorífico a la espera de ser enterrados.