EL CAIRO. Primer control, militares que piden documentación y advierten por primera vez a la prensa internacional desde el inicio de las revueltas que debe pasarse por el ministerio de Información a obtener la acreditación pertinente. Segundo control, voluntarios de la oposición que amablemente vuelven a pedir pasaportes y revisan mochilas y bolsas. Tercer control, un grupo de espontáneos forma un pasillo humano para dar la bienvenida a los manifestantes al ritmo del oud, el laúd árabe, que se ha convertido en la auténtica banda sonora de esta revolución. “¡Bienvenidos revolucionarios, bienvenidos todos!”, cantan y aplauden al paso de la multitud que como cada día se da cita en la plaza Tahrir. Tras unas primeras jornadas a base de eslóganes y gritos, la canción protesta ha ido poco a poco asentándose en la revolución cairota. Mohamed Abu Eiezz y Fedi Mikhail se alejan de las tiendas de campaña en las que viven desde el inicio de la revuelta para ensayar un tema titulado ‘La fiesta de la libertad’. Mohamed tiene 31 años y ha aparcado por unos días su consulta de Cardiología para entregarse a la revolución. Escribe poemas para que su amigo Fedi los cante y se muestra convencido de que “ya nada volverá a ser igual, el sistema va a cambiar de una vez y debemos estar muy alegres por ello”.
Junto a los cantautores, algunos raperos también hacen su aparición ante un público de lo más diverso. Entre discurso y discurso político –los Hermanos Musulmanes disponen de un equipo de sonido para que los oradores pudieran dirigirse a la masa- algunos jóvenes raperos se suben a la barandilla que hace de escenario para rimar al ritmo de ‘Erhal, Mubarak’ (fuera Mubarak, en árabe), el eslogan más popular de la revuelta, el equivalente al ‘RCD, degage!’ tunecino (RCD, partido del ex dictador Ben Alí, fuera). Egipcios de todas las edades y condiciones sociales imaginables bailan de felicidad. No importa si el que canta es famoso o no, importa su mensaje.