Cada miércoles la misma escena. Páginas dobles de periódico por los suelos para secar la humedad del portal después de la limpieza semanal. Una detrás de otra forman un camino que lleva al ascensor. Los vecinos las pisan como si nada, algunos se quejan de que se les pegan al calzado. Yo voy mirando con disimulo a ver si hay algún artículo mío entre los pisoteados. Si encuentro alguno poco o nada puedo hacer, pero no puedo evitar fijarme. Yo por la firma, pero mi vecina, que en paz descanse, hizo de este caminito de papel semanal todo un suplicio. Octogenaria, veía la muerte cerca, y con la cabeza lúcida hasta el último instante pidió que no le pusieran una esquela –en la prensa local vienen además con foto- porque no quería terminar pisoteada en cualquier portal de la provincia. Su voluntad fue respetada y su muerte no apareció en esa prensa secaportales.

Estoy cansado de escuchar a los gurús de la profesión discutir sobre el futuro del papel. Los mismos que han gestionado el negocio durante las últimas décadas y lo han llevado a este callejón sin salida dicen que “el futuro está en Internet”, pero no encuentran la forma de sacarle dinero para mantener sus sueldos. Los del resto y los recién llegados, no importan, nunca llegarán a esos niveles de renta. Lo que no se dan cuenta es que la solución no está en sus cabezas, sino en la de algún mocoso nacido y educado en los nuevos tiempos que de la noche a la mañana, como pasó con Twitter o Facebook, hará de la prensa en la red un negocio. Porque no es solo un problema de formato, yo no conozco a ningún joven iPadnómano que utilice su tableta para leer prensa. Es un problema integral al que solo le estamos viendo las orejas después de vivir durante años engañados por la buena marcha de la publicidad. ¿Qué hemos hecho además de llenar los huecos que dejaban los anuncios?

Mientras llega ese futuro esperanzador, a esperar cómo se secan los portales con la tintan de nuestro sudor. No importa que la foto de portada sea ganadora del World Press Photo o que un Premio Nobel firme la dimisión del Papa, la humedad del portal iguala a todos los egos de este negocio.