TEHERÁN. «Era un combate durísimo. Estaba detrás de un soldado americano y cuando se arrodilló para apuntar, hice lo mismo para tomar un plano. Entonces cayó la bomba y perdí el conocimiento. Me desperté en el hospital y ya no tenía visión en el ojo izquierdo. Aunque con el derecho veía muy borroso decidí coger la cámara e intenté seguir trabajando. Imposible. 21 días después tuve que regresar a Teherán y ya no veía casi nada». Así se truncó la carrera de Hamid Bahmani, uno de los reporteros de guerra más importantes de Irán.
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Hamid vive ahora al oeste de Teherán junto a su mujer, Neda, su compañera inseparable desde que se quedó ciego. Un ángel de la guarda que vela por que no le falte el oxígeno al que está encadenado desde 2006 debido a sus problemas en bronquios y pulmones que -según los médicos de la república islámica- son consecuencia de los efectos del uranio empobrecido de la munición lanzada por EE UU en la segunda Guerra del Golfo.
El mismo día en que la estatua de Sadam Husein era derribada en la plaza Al-Fardus de Bagdad, siete personas del equipo de Al-Alam, canal iraní en lengua árabe, cruzaban la frontera del sur en dos coches y llegaban a Basora. Hamid era el cámara del grupo y tras sus experiencias en Bosnia y Afganistán se disponía a cubrir su tercera guerra. «La situación era muy peligrosa, con combates en los barrios periféricos, así que nos pusimos a trabajar nada más llegar», recuerda este profesional que se inició cubriendo eventos deportivos y al que el destino convirtió en reportero de guerra.
Hamid pasó apenas tres días en suelo iraquí hasta que cayó herido, tiempo suficiente para grabar una de las imágenes más célebres del conflicto, el momento en el que unos soldados irrumpen en una casa dando una patada en la puerta y dentro mujeres y niños les imploran piedad. Una imagen que más tarde difundieron las cadenas de todo el mundo. Pese a sus problemas de salud, sigue acudiendo cada día a la televisión nacional, organismo que se ha encargado de ayudarle en los últimos años ya que durante la guerra «no tenía seguro de ningún tipo, ni siquiera disponíamos de chaleco o casco».
Además de inaugurar una web con sus mejores trabajos, recientemente produjo la película ‘Arco iris de noche’ y su próximo reto es convertirse en el primer director invidente del país. «Lloro cada día cuando me acuerdo de mi cámara», repite mientras repasa sus 22 años de profesión. Hamid se muestra emocionado al compartir su tiempo con un periodista extranjero «de un país que también sufrió la pérdida de un cámara en Irak», afirma en referencia a José Couso, el reportero de Telecinco fallecido tras el disparo de un tanque de EE UU contra el balcón en el que trabajaba en el hotel Palestina de Bagdad.
Couso murió cuatro días antes de llegar Hamid al país, «nunca nos vimos, pero los que trabajamos con la cámara al hombro somos una especie aparte. Desde aquí toda mi solidaridad con su familia, me encantaría viajar a España para conocerles». Un sueño que podría cumplirse gracias a un film que prepara el Centro de Documentales y Cine Experimental iraní que tiene a Hamid como protagonista. «Intentaremos también que le vean oftalmólogos. Su caso no tiene cura, pero podrían aliviarle los dolores», señala Ahmad Alizadeh, director del proyecto.
Cogido de la mano de Neda, Hamid se acerca a la ventana de su casa desde donde se divisa el gran Teherán. Pegado a unas gafas de sol y a su oxígeno portátil reflexiona en voz alta: «Irak fue una guerra que los extranjeros usaron para probar todo tipo de munición imaginable. Yo soy víctima de eso, pero ¿sabes qué te digo? Volvería, volvería porque no hay nada más importante para un periodista que el trabajo para mostrar la verdad».
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