Mohamed Bouazizi no ha muerto, la llama que acabó con su vida cuando se quemó a lo bonzo hace un año en un pueblo perdido al sur de Túnez se extiende ahora por todo el mundo árabe en forma de revolución. Mohamed, de 26 años, quería protestar por los abusivos impuestos que grababan su actividad como vendedor de fruta y por los continuos pagos a funcionarios corruptos a cambio de mantener una licencia que le permitía sacar unos dinares al día para mantener a su familia. Pocos días más tarde, después de recibir la visita del mismísimo Zine el Abidine Ben Ali,  moría en un hospital de Sfax a causa de las heridas provocadas por el fuego y con su muerte comenzaban las protestas en masa que acabaron con Ben Ali y pronto se extendieron a Egipto, Libia, Yemen o Siria.

Ben Ali visita a Mohamed Bouazizi en el hospital de Sfax. (EFE)

Su nombre es mundialmente conocido, pero Sidi Bouzid sigue siendo el mismo lugar olvidado y marginal de siempre. Los cientos de periodistas que han pasado por sus calles en los últimos 365 días no han logrado acabar con el desempleo endémico, pero sí se han percatado de que el mártir más ilustre de la revolución ha dejado de ser profeta en su tierra. La casa familiar en un barrio del extrarradio llamado Hainur permanece semi abandonada desde que la madre, Menobia, y el resto de familiares decidieron hacer las maletas y mudarse a La Marsa, población costera próxima a la capital. Desde entonces los carteles con la foto del joven vendedor de frutas han desaparecido y hasta han retirado su nombre de la avenida central del pueblo. Los vecinos acusan a los familiares de hacer una fortuna con lo ocurrido y monopolizar el éxito de una revolución que ellos sienten como un logro de toda la comunidad donde hubo otros muchos muertos.

Pese a que su imagen era intocable al comienzo, France24 fue la primera en crear dudas sobre el heroísmo del mártir y presentarlo como un producto de los medios. A los seis meses de su muerte la cadena francesa desveló que los mensajes de protesta y poemas revolucionarios que Bouazizi había colgado en las redes sociales para protestar por su situación pocos días antes de prenderse fuego fueron en realidad obra de otro Mohamed Bouazizi que sigue vivo.

Ciudad mártir

Los vecinos quieren superar la figura de Bouazizi y resaltar la valentía de toda una población que fue también la única en echarse a las calles tras las elecciones del 23 de octubre al conocer la anulación de la lista más votada en su provincia. El partido Petición  Popular (Al Aridha), liderado por el empresario local Hechmi Hamdi, fue la fuerza con más respaldo por delante incluso de los islamistas de Ennahda. En Sidi Bouzid votaron a Hamdi y su partido superó por un escaño al partido religioso cuya sede, como la oficina del gobernador, fueron atacadas por la turba. El Ejército tuvo que disparar al aire, lanzar gases lacrimógenos y el ministerio de Interior decretó el toque de queda. Más que una lucha ideológica se trata de la lucha del interior contra la costa, de la parte menos desarrollada del país contra las zonas que gracias a las inversiones en el sector del turismo impulsadas por la dictadura han logrado un mayor nivel de desarrollo. Una lucha que ya estalló en 2008 en la provincia de Gafsa con las protestas de los trabajadores de las minas de fosfato –en un levantamiento en el que los analistas ven el auténtico germen revolucionario- y que dos años más tarde prendió de forma definitiva en Sidi Bouzid.

Desde entonces Túnez avanza en el camino hacia la democracia con un ojo puesto en este lugar que no dudó en poner prueba el proceso electoral –el primero en libertad después de 23 años de dictadura- donde los islamistas moderados se hicieron con el poder.  La lista de Ennahha ganó los primeros comicios libres de la era democrática obteniendo 90 de los 217 escaños y el nuevo primer ministro es Hamadi Jebali. La tensión entre los sectores islamistas y laicos de la población ha crecido desde entonces y no han cesado las protestas en las calles, protestas de momento pacíficas que muestran los miedos de la minoría liberal ante la supresión de libertades por parte de la mayoría de la población cuyo voto ha sido religioso.

Texto publicado en ABC el 17 de diciembre de 2011

 

La primavera árabe comenzó en pleno invierno tunecino. Mohamed Bouazid dio el primer paso de una revuelta y un proceso democrático que es el espejo en el que se mira buena parte del mundo árabe, deseoso de poner punto y final a décadas de dictaduras.