Brahimi sigue viajando por medio mundo buscando soluciones para Siria, pero cuando está en Damasco no es capaz de salir del hotel y acercarse a Duma o Harasta para hablar con los mandos del Ejército Sirio Libre. “Empleamos Skype, correo electrónico y sms”, fue la respuesta de una persona de su grupo cuando se le preguntó sobre los supuestos contactos con grupos de la oposición armada después de cuatro días en Damasco. Cuatro días en los que solo salió del hotel para visitar al presidente y al ministro de Exteriores.

Daños causados por un coche bomba en Tadamon. (M.A)

Como le ocurre en Afganistán, la ONU no es un mediador válido. Hay varios motivos, pero el más importante es la seguridad, ya que en la Siria oficial te puede pasar cualquier cosa y la culpa siempre será de “los terroristas”. En la no oficial por su parte, no hay un interlocutor válido que garantice que realmente alguna brigada no le vaya a pegar un tiro al mediador. Pero es algo que debe ir en el sueldo de un profesional que aspira a solventar la crisis más compleja de la región.

El régimen acusa a Occidente de hablar de paz, mientras pasa armas a través de Turquía a los rebeldes, y es cierto. Pero donde realmente habría que alzar la voz es una comunidad árabe que ha dado la espalda a los sirios, les ha cerrado las puertas incluso a civiles que nada tienen que ver con el régimen y a los que se les niega ahora visados.

Ayer una periodista me comentaba la posibilidad de desplegar fuerzas de paz árabes en Siria como una nueva fórmula para buscar una salida. Para ser sincero, los observadores árabes fueron mucho más válidos sobre el terreno que los cascos azules, pero después de 19 meses de guerra y con el nivel actual de violencia no veo espacio para fuerzas de paz de ningún tipo porque se las comen.

Siria está destrozada y el régimen muy tocado, aunque no hundido gracias a Rusia, China e Irán. El gobierno sigue pagando puntualmente su sueldo a los funcionarios y antes del Eid se aumentó incluso la asignación para los militares, auténtico sustento de Al Assad. Pero la estrategia del uso máximo de la fuerza y de los castigos colectivos contra las zonas hostiles no está funcionando y cada vez el cerco es más estrecho sobre Damasco, la auténtica piedra angular del sistema.

Es hora de que unos y otros dejen de pensar en blanco y negro. No todos los miembros del régimen se comen a niños crudos y no todos los opositores, armados o no, son terroristas. Si Brahimi logra llegar a estos sectores –y sobre todo si los grandes padrinos internacionales dan luz verde– habrá motivos para la esperanza. De momento solo hay espacio para los sectores más radicales en ambos bandos.