DAMASCO. “Obama ha llamado a Putin para hablar de Siria, la solución está próxima”, es el buenos días del recepcionista del hotel, una persona pegada a la televisión y a un ordenador donde el Facebook echa humo. Desde que esta red social fuera abierta al pública en Siria en 2011 se ha convertido en la ventana de la revuelta y se puede seguir en tiempo real lo que está ocurriendo en cada barrio gracias a los ‘comités populares’. Con John Kerry en Ankara y la llamada de Obama al mejor aliado de Al Assad algunos empiezan a soñar con el fin de los combates, pero los más realistas prefieren no hacerse ilusiones.

Colegio con desplazados en Mezze. (M.A)

Tras el enésimo intento por parte de los opositores armados de llegar al centro de Damasco la situación ha vuelto de nuevo a una especie de status quo. El Ejército bombardea las posiciones enemigas día y noche y los ciudadanos ya se han acostumbrado a la vida bajo las explosiones, la peor parte se la han llevado aquellos que han tenido que escapar de las nuevas zonas calientes. Ocurre lo mismo con los coches bomba, el ataque en la calle Al Thawra de hace dos semanas acabó con la vida de más de ochenta personas y vació durante unos días las calles de la capital. Ahora la vida ha vuelto y los cafés vuelven a estar llenos para seguir partidos como el Real Madrid-Barça.

Barrios enteros han desaparecido en los últimos meses. Cuando los grupos armados de la oposición entran en una zona y atacan al Ejército, inmediatamente empiezan operaciones de castigo con fuertes bombardeos. Después de haber sufrido miles de bajas, las fuerzas armadas no entran en ninguna zona hasta que primero se debilitan las posiciones enemigas desde el aire o con artillería. Hay gente como Ali, nombre ficticio, que tuvo que salir del barrio de Jobar cuando empezaron los combates hace tres semanas y desde entonces no sabe nada de su familia. “Regresé un día a la zona y no pude reconocer mi propia calle, mi casa… no quedaba nada, solo escombros”, cuenta protegido ahora por las murallas de la Ciudad Vieja mientras muestra el vídeo que grabó durante ese viaje a esa especie de barrio fantasma.

La ONU habla de dos millones de desplazados internos a causa de la violencia, una cifra que para las autoridades locales es una “exageración”. En los veinte centros de Damasco acondicionados por el gobierno para recibir a los civiles que huyen de la violencia hay en estos momentos 9.500 personas. Una cifra que sube o baja en función de la situación de violencia. Todos sueñan con volver a sus casas, pero saben que será complicado porque en muchos casos ya no tienen casas. Viven en colegios perfectamente preparados y donde no falta de nada –también hay campos de fútbol y otros edificios públicos con desplazados- apenas unos minutos en ‘service’ (las furgonetas de doce pasajeros que se encargan del transporte público en la ciudad) les separan de sus barrios, pero es una distancia imposible de recorrer porque ese viaje es un viaje a la otra Siria, a la parte del país convertida en zona de guerra.

Los que tienen ahorros se quedan en hoteles del centro. “El país está destrozado y necesitaremos muchos años para reconstruirlo”, dice un vecino del campo palestino de Yarmouk que maldice a los milicianos de la oposición por entrar en su barrio, “llegaron una mañana y nos pidieron que saliéramos. Dijeron que era el camino más directo para llegar al centro y que por eso iban a pelear en Yarmouk, tuvimos que salir con lo puesto”. Desde entonces vive en un hotel con toda la familia y sus dos hijos no van al colegio porque son palestinos y UNRWA ha detenido las clases. Se pregunta en voz alta las razones para no detener esta guerra cuanto antes, los intereses de los países que respaldan a ambos lados para prolongar la masacre y, sobre todo, añora la vida anterior a 2011.