DAMASCO. Los viernes dejaron hace mucho tiempo de ser días de fiesta y descanso en Damasco. Ahora las familias se encierran en sus casas y esperan que pase cuanto antes un día marcado por protestas y enfrentamientos. A la salida de las mezquitas del centro ya no hay agentes de seguridad esperando, no hace falta. Los templos están medio vacíos y los fieles que acuden vuelan a sus casas al finalizar el rezo del mediodía. “El tema central de la oración es la paz y la necesidad de la convivencia”, señala un vecino del barrio de Mezze. La gente no quiere hablar y nadie da su nombre. De fondo suenan sin parar las explosiones de los bombardeos sobre el sur y este de la capital, las dos zonas por las que los opositores armados tratan de llegar hasta el corazón del régimen. Desde julio de 2012, cuando penetraron hasta Midan, nunca habían logrado combatir en lugares tan próximos al centro como ahora y el régimen hace todo lo que está en su mano para obligarles a retroceder. Este avance, sin embargo, no parece suficiente para derrocar a Bashar. Un equipo de Al Jazeera empotrado con los opositores está cubriendo en directo los combates desde el corazón de estos dos barrios, a unos minutos en taxi del centro, pero que parecen otro planeta.
Kiosko de prensa en el centro de Damasco. Fotografía de diciembre 2012. (M.A)
No hay combates en el centro de la capital. Los medios oficiales manipulan cuando silencian lasituación de guerra abierta que vive el país y mienten cuando generalizan y hablan de todos los opositores como “terroristas”, pero la oposición ha aprendido rápido y tampoco sus informaciones sobre los avances militares en Damasco son ciertas. A la guerra de propaganda entre ambos bandos se suma el extraordinario ejercicio mediático de grupos como el Frente Al Nusra, próximo a Al Qaeda, que han logrado crear la sensación de que las zonas fuera del control del régimen ya son una especie de califato, también falso. Todo el volumen de propaganda complica mucho el trabajo en un país que ya era opaco antes de la crisis y en el que ahora, de verdad, resulta imposible saber realmente lo que ocurre.
Este caos informativo ha convertido a Damasco en un centro de rumores constantes. A diferencia de otras revueltas, aquí hay acceso a Internet y a los canales por satélite lo que ayuda a la gente a tener la fotografía completa de lo que ofrecen los medios de los dos lados. “Más que ayudar, lo que provoca es un dolor de cabeza diario. Lo bueno es que con el paso de los meses hemos aprendido que todos mienten, aquí solo te puedes creer lo que ves con tus ojos”, confiesa un anciano palestino que ha dejado el campo de Yarmouk donde hay combates desde hace semanas.
Con tus ojos ves columnas de humo saliendo de varios puntos de los alrededores de Damasco, los autobuses verdes con paramilitares armados que cruzan la ciudad volando, y el miedo en los ojos de los ciudadanos de a pie a que explote el coche que pasa a su lado. Los coches bomba, sobre todo el de hace una semana en la calle Al Thawra, han tenido un efecto devastador en el ánimo de la gente y han elevado la desconfianza entre todos. Nadie se fía de nadie y hay una especie de tensión creciente porque nadie está seguro de quién resultará victorioso en esta guerra. Es uno de los motivos, junto a las fuertes medidas de seguridad, que explica que Damasco siga sin definirse después de dos años de levantamiento o que otras ciudades como Homs, que llegaron a estar en manos de la oposición, hayan vuelto a manos del régimen. La balanza puede inclinarse a cualquiera de los dos lados y todos saben que aquí domina el ojo por ojo.