La ONU habla de «conflicto interno», la Cruz Roja Internacional de «guerra civil», pero las calles sirias solo entienden el idioma de la guerra total, sin matices. El atentado contra la cúpula de seguridad de Bashar Al Assad abre las puertas a la respuesta por parte de las fuerzas leales que hasta el momento no han desplegado todo su poder. La aviación apenas ha intervenido en el conflicto, tampoco las armas de última generación proporcionadas por los rusos, algo que podría entrar en juego después del asesinato de los que, sobre el papel, eran los señalados como los principales responsables de la represión en el país árabe.

Hasta ahora el Ejército Sirio Libre se había limitado a la lucha de guerrillas, a los ataques a comisarías, emboscadas… pero nunca había dado muestras de poder golpear tan alto, lo que ha abierto las puertas a mil teorías. La oficial apunta a “miembros de los equipos de la inteligencia de países árabes y occidentales”, la no oficial a un golpe dentro del propio régimen y otras a la audacia de los opositores… En un país tan opaco todo es posible a estas alturas de la película. Nadie sabe realmente lo que está pasando detrás de las cortinas de una actuación en la que hay demasiados actores internacionales implicados y de mucho peso.

Algunos anuncian el fin del régimen tras este ataque, pero cuesta pensar que Rusia, China e Irán vayan a dejar colgado a su socio damasceno tras un golpe de esta magnitud. El problema es que las calles van más rápido que los despachos y mientras se sigue especulando con el inútil plan de paz de Kofi Annan, los helicópteros ya han despegado y bombardean Midan, muy cerca del centro de la capital. La guerra de verdad no ha hecho más que comenzar, habrá que ver si las fuerzas de Al Assad superan los 17 meses de desgaste, ahora más que nunca el presidente está en sus manos ya que la oposición ha demostrado que está más fuerte que nunca y que va a por todas.