AB KAMARI. “¡Vigila tu cabeza, ese niño ya tiene una piedra lista!”, el capitán Sánchez avisa al tirador del vehículo al paso por las últimas casas de adobe de Qala i Nao. Una columna española de veintidós vehículos se dirige a la localidad de Qipchap, en el distrito de Ab Kamari, y además de la prevención ante posibles hostigamientos o artefactos explosivos improvisados por parte de la insurgencia, hay que estar atento a la puntería de los más pequeños. La caravana de Linces y RG-31 avanza muy lentamente por una pista acondicionada por la Agencia Española de Cooperación y Desarrollo cuyas siglas se pueden leer sobre las paredes de barro de las casas que franquean el camino. Dos horas después de traqueteo y polvo la serpiente verde olivo, encabezada por dos vehículos de la Policía afgana, se detiene en la pequeña aldea de Qipchap, de apenas cien familias, y cada unidad comienza su trabajo. Desde unos altavoces adosados a la parte superior de un vehículo comienza a sonar la banda sonora de ‘El último mohicano’, que sirve de sintonía para la cuña preparada por el equipo de Operaciones Psicológicas para informar de la ayuda que el Equipo de Reconstrucción Provincial (PRT, por sus siglas en inglés) está ofreciendo en la provincia. Niños y no tan niños no tardan en rodear el vehículo y estirar sus manos hacia los militares que reparten lápices, cuadernos y mochilas.
“Mediante la entrega de productos entre la población se busca que sean más acogedores con nosotros”, afirma el sargento primero Urrea. A muy pocos metros el equipo de POMLT de la Guardia Civil visita las instalaciones de la comisaría que se ha levantado con financiación española y aprovecha para realizar un estudio biométrico de los agentes afganos. Tras seis meses de trabajo llega el momento del relevo y el teniente coronel Víctor García Sacristán cederá el testigo a Pedro Vargas, que visita por primera vez Qipchap. Un relevo amargo marcado por el asesinato de los oficiales José María Galera y Abraham Leoncio Bravo, y su intérprete, Attaolah Taefi el pasado día 25. Inicio de la shura Tras repartir el material escolar se callan los altavoces, los niños se dispersan y una parte de los vehículos pone rumbo a un valle anejo en el que los españoles celebrarán una shura (reunión) con los notables de la aldea. Los tiradores toman posiciones en las colinas y se lanza un pequeño avión espía para inspeccionar la zona desde el aire, cuando se considera que el terreno está limpio de peligro los hombres inician el recorrido.
En mitad de una arboleda espera el mulá acompañado del resto de vecinos. Los más importantes toman asiento en una alfombra dispuesta entre los árboles en la que también encuentran acomodo el capitán Campos, el comandante Sierra y su traductor, Alen. “¿Van a poder votar los vecinos sin problemas el próximo sábado?”, es una de las primeras preocupaciones españolas a las que el mulá responde de forma afirmativa. A las preguntas le sucede la lista de peticiones afganas, la más importante la construcción de un pozo, y la entrega de un cargamento de harina y arroz. La buena sintonía y la calma aparente no sirven para que la gente baje la guardia. A la sombra de los árboles se dibuja una extraña combinación de turbantes, cascos, banderas españolas y uniformes de la policía afgana que forman un lienzo que serviría para ilustrar la portada del manual de “acercamiento a la población civil” difundido por el general Stanley McChrystal y recogido por su sucesor al frente de las fuerzas americanas y OTAN en Afganistán, David Petraeus.