KIRKUK. “¡Alto, baje del coche con las manos a la vista!” Un grupo de hombres armados con pistolas bajan de un coche y piden al extranjero que se identifique. “Disculpe, le vimos con una camisa azul y pensamos que se trataba de un miembros del Frente Turcomano Iraquí que estaba espiando. Puede seguir”. Los agentes de seguridad kurdos autorizan el paso al barrio de Rahimawa, pero vigilan los movimientos desde lejos. Es uno de los barrios de reciente construcción que se han adherido a Kirkuk a partir de 2003 y en el que viven decenas de miles de kurdos venidos desde distintas partes del país y también desde las regiones kurdas de Irán, Siria y Turquía. Las calles son grises, el color de los ladrillos que aun no han sido cubiertos por yeso y sus nombres están escritos en kurdo sobre pequeñas placas con la bandera roja, blanca y verde con el sol en el centro de la Región Autónoma del Kurdistán iraquí. Desde algunas viviendas se divisan las llamas que salen de los interminables campos de petróleo y gas sobre los que descansa esta ciudad que es objeto de disputa entre el gobierno central de Irak y la autonomía del norte del país dirigida por el Gobierno Regional del Kurdistán (KRG). Aquí se produce el treinta por ciento del petróleo que exporta el país cada día, una buena razón para mantener la zona en disputa.
El término ‘ocupación’ se convierte en ‘vuelta a casa’ cuando se tiene delante a un político kurdo. Rebwar Talabani, representante del consejo provincial, piensa que es imposible entender el presente sin tener en cuenta la campaña de arabización llevada a cabo por Sadam Husein y que provocó el éxodo de miles de familias kurdas cuyo lugar fue ocupado por árabes de todo Irak. Para intentar resolver los males causados por este desplazamiento masivo las autoridades iraquíes aprobaron el artículo 140 de la Constitución que establece la necesidad de impulsar la normalización de Kirkuk para poder hacer un censo y posteriormente celebrar un referéndum en el que sean los ciudadanos quienes decidan si quieren formar parte del Kurdistán o seguir dependiendo de Bagdad.
Guerra de cifras
La aprobación del artículo conllevó la apertura de una oficina especial en Kirkuk el 5 de junio de 2007 en la que los kurdos expulsados pueden presentar la documentación para reclamar la devolución de sus posesiones. “También aquellos árabes que de forma voluntaria quieran irse pueden venir, se les indemniza con un cheque de veinte millones de dinares y se les entrega tierras en su lugar de origen”, aclara Babakr Sdieek, director de la oficina. En los últimos tres años 92.000 familias kurdas han presentado la documentación exigida para poder retornar a Kirkuk, de ellas 80.000 ya están en la ciudad, pero no todas han podido recuperar sus tierras.
28.000 familias árabes, por su parte, han pedido acogerse al artículo 140, pero la mayoría está a la espera de la llegada del cheque compensatorio por lo que no se han ido de la ciudad. “El gran problema es que no tenemos fondos suficientes, somos setenta personas trabajando de forma intensa para verificar cada caso y nos lleva cerca de un año cerrar un expediente. Árabes y turcomanos están frenando la aplicación de este artículo y el problema crece cada día”, lamenta Babakr, que conserva el nombre de guerra de los días en los que combatió como Peshmerga contra las fuerzas de Sadam.
Unidad nacional
El jeque Abdu Rahman vive a pocos metros del edificio de la gobernación en el que se encuentra la oficina del artículo 140, una “pesadilla” para los líderes árabes como él que defienden que “Sadam echó a los kurdos con mucha razón porque no eran de Kirkuk, se trataba de familias de Erbil y Suleymania, las dos principales ciudades del Kurdistán, y en total no sumaban más de 9.000, sus números son una manipulación de la realidad para convertirse en el grupo mayoritario”.
Tras la caída del régimen las fuerzas americanas tomaron Kirkuk de la mano de los peshmergas, militares kurdos. Hoy la seguridad del centro urbano es competencia de la policía iraquí, las fuerzas kurdas y una brigada de combate de Estados Unidos que aquí mantienen un estatus especial ya que esta es una zona considerada en disputa. “La presencia americana es importante porque sirve de control a la inestabilidad generada por los problemas políticos. Se trata de un problema puramente político, entre las comunidades la convivencia es buena”, asegura el general Turham, responsable de la Policía. Cada grupo interpreta la historia y manipula los datos como más le conviene y el acuerdo parece lejano, un problema más para la interminable agenda de complicaciones en el nuevo Irak.