Falta apenas un mes para la celebración de su cumpleaños, una fecha que los seguidores del régimen baazista tienen marcada en rojo en el calendario. Seis años después de su muerte en la horca, los restos de Sadam Husein descansan en su aldea natal, Auya, a una decena de kilómetros de Tikrit, en un pequeño mausoleo convertido en un museo de la nostalgia que acaba de recibir la orden de cierre del ministerio del Interior (ver reportaje de Javier Espinosa, que visitó el lugar en 2010). El jefe del clan Al Bu Nasir, Hasan Al Nada, que se encarga del cuidado de la tumba explicó a la cadena Al Arabiya que Bagdad “nos ordena a cerrar la tumba y buscar otro lugar donde enterrar a Sadam Husein”. Una decisión provocada, según Al Nada, por el creciente número de visitas que ha encendido las alarmas en el Ejecutivo dirigido por Nuri Al Maliki y que atribuye a un malentendido porque “el salón contiguo a la tumba es frecuentado por mucha gente que lo alquila para celebrar bodas y funerales, pero muy pocos visitan los restos de Husein”.
Tumba de Sadám (Imagen Al Arabiya)
Sadam gobernó Irak durante 24 años. La invasión estadounidense acabó con su dictadura y abrió las puertas al cambio radical en la política iraquí históricamente dominada por la minoría árabe suní. La celebración de elecciones dio el poder a la mayoría social chií –la misma secta del Islam dominante en el vecino Irán-, que desde 2003 es quien gobierna el país árabe con apoyo de los kurdos.
El cumpleaños (28 de abril) y el día de su ejecución (30 de diciembre) se habían convertido en días de visita obligada al lugar por parte de unos seguidores que han pasado de dominar el país a estar absolutamente al margen de los centros de decisión. El Baaz es ahora un partido prohibido y durante años una comisión se ha encargado de perseguir a los miembros del partido que decidieron permanecer en suelo iraquí tras la invasión.