BAGDAD. Los iraquíes respondieron con una baja participación a los llamamientos de sus líderes políticos y religiosos de acudir a las urnas. Si decenas de miles de personas se echaron a las calles en octubre de 2019 para exigir empleo, mejoras sociales y el final del sistema sectario, dos años después se repitió la protesta, aunque esta vez en forma de boicot al proceso electoral. El responsable de la comisión electoral, Galeel Adnan, declaró a la agencia AFP poco antes del cierre de colegios que la participación “ronda el 30 por ciento”, el peor dato de la historia de Irak y todo un reflejo del hartazgo general con el sistema que rige el país desde la invasión estadounidense de 2003. En 2018 la participación fue del 44,5 por ciento.

Los iraquíes celebraron las quintas elecciones desde la caída de Sadam Husein y estas discurrieron entre fuertes medidas de seguridad, pero sin incidentes importantes. La seguridad se consolida desde la victoria militar sobre el grupo yihadista Estado Islámico (EI) y el primer ministro Mustafa Al Kadhimi no esperó un segundo para recurrir a Twitter y celebrar que “hemos cumplido con nuestra palabra y hemos tenido unas elecciones limpias y seguras”. El ex periodista y ex jefe de Inteligencia no hizo alusión alguna a la apatía mostrada por los votantes, sobre todo los jóvenes.  Kadhimi se hizo con las riendas del país tras la dimisión de Adil Abdul Mahdi, que tuvo que dejar el cargo debido a las fuertes protestas en las calles. Esta dimisión y el adelanto electoral fueron los dos grandes logros del conocido como “Movimiento de Octubre”, que dos años después llamó al país al boicot y su mensaje caló con fuerza.

“No puedo votar, no puedo caminar en un colegio sobre la sangre de los 700 mártires que perdimos durante las movilizaciones a manos de las fuerzas de seguridad y las milicias, es un día para quedarse en casa y pedir a todos que hagan lo mismo”, eran las palabras de Husein Karim, artista bagdadí del “Movimiento de Octubre”, a primera hora de la mañana. La capital se despertó desierta y tomada por las fuerzas de seguridad, cazas del Ejército hicieron varias pasadas a muy baja altura, se cerró el aeropuerto y las fronteras terrestres y se prohibió el tráfico entre provincias.

Llamamiento a votar

Los primeros en depositar sus papeletas fueron el primer ministro, el clérigo chií Muqtada Al Sader, líder del movimiento que ganó las elecciones de 2018 y que quiere poner freno a la injerencia de Irán, y el resto de figuras políticas destacadas. Pese a sus enormes diferencias internas, esta vez los políticos de todas las sectas y etnias se pusieron de acuerdo y lanzaron a los medios el mismo mensaje llamando a los iraquíes a las urnas. La respuesta fue el silencio, un silencio que se extendió incluso a la llamada del Gran Ayatolá Sistani, que también pidió a sus seguidores que participaran.

La comisión electoral seleccionó una serie de colegios en los que la prensa podía trabajar con cámaras y uno de ellos fue el Khaled Ibn Wallid de Adamia, barrio céntrico y muy popular de la capital. Lemiah Dia acudió por primera vez a votar y lo primero que le llamó la atención fue la tranquilidad que se respiraba en el segundo piso de la escuela, con más observadores electorales que votantes. Los pocos jóvenes que se veían eran precisamente observadores. “No quiero perder la esperanza, confío en un proceso limpio y en dejar atrás cuanto antes todos los problemas que sufrimos desde 2003, ya es hora de mirar al futuro, ¿no?”, preguntaba sin mucha convicción en medio de un pasillo desierto.

Ali, de 55 años, pedía “mejora en las condiciones de vida de los ciudadanos, electricidad, agua… ¿cómo puede ser que llevemos 18 años esperando tener luz las 24 horas del día?”, otra pregunta sin respuesta que se pierde en el mar de corrupción instaurado en la era post Sadam. Su esposa, Mariam, aspiraba a que “se mantenga la situación de seguridad y podamos tener una vida normal”.

Para Marsin Alshamary, analista política iraquí del del Belfer Center de la Harvard Kennedy School, una de las grandes sorpresas fue comprobar que “ni quiera el llamamiento de Sistani ha servido para movilizar a la población”. Siguió la jornada en Bagdad y, frente a los mensajes de euforia en las redes sociales sobre el triunfo del boicot, advierte que “por muy baja que sea la participación el sistema sigue y hay que aceptar los resultados. Volveremos a tener un gobierno de coalición con las mismas caras y se mantendrá el status quo, aunque me temo que las protestas volverán porque los problemas de fondo siguen sin solucionarse”.

Búsqueda de coaliciones

El recuento de votos está en marcha y cada partido hace sus cuentas para pensar en los juegos de alianzas que les permitan alcanzar la mayoría en una cámara con 329 asientos -83 de ellos destinados a mujeres- para formar un nuevo gobierno. Con los grandes partidos chiíes enfrentados, el proceso se puede alargar semanas o meses y, como alerta Alshamary, los graves problemas que hicieron estallar las calles del país en octubre de 2019 siguen sin solución. El primer ministro Al Khadimi no se presentó a las elecciones, pero no se descarta que vuelve a ser la carta del consenso que unos y otros empleen para que el sistema, pese al golpe de credibilidad y legitimidad que sufre con la baja participación, siga funcionando.