DAMASCO. Celebración de la primera comunión en la iglesia del barrio de Tabale, una zona humilde mixta, musulmana y cristiana, a las puertas de la Ciudad Vieja de Damasco. El padre Romualdo Fernández acompaña a los pequeños en este día tan señalado en el que la iglesia se queda pequeña para acoger a todos los familiares. Zamorano de 76 años, este misionero es responsable de la Custodia Franciscana en Damasco desde 1992 y no piensa moverse porque “este es el momento cuando más nos necesitan los cristianos de Oriente Medio”. Siria es su última parada tras haber pasado antes por Israel y los Territorios Palestinos y Egipto y sigue con preocupación el levantamiento contra Bashar Al Assad que ha puesto a los cristianos, que representan el diez por ciento de la población del país, en el punto de mira. Tras más de una hora de ceremonia, el padre felicita a los pequeños, vuelve a lucir la tradicional sotana marrón franciscana y se acomoda en el despacho desde donde dirige el santuario dedicado a la conversión de San Pablo.

“No tengo miedo, pero está claro que corremos un grave peligro como ya ocurriera en Irak”, asegura mientras recuerda que “en estos momentos hay dos sacerdotes y dos obispos secuestrados al norte del país y nadie ha hecho nada por ellos. Seguro que si se tratara de un periodista hubiera habido más movimiento en la diplomacia internacional. Nos sentimos abandonados, sobre todo por algunos países a los que se les llena la boca hablando de derechos humanos, pero que luego no hacen nada”. Su discurso es directo y en sus reflexiones sobre la situación siempre aparece constantemente el nombre de Turquía, “un país que tiene la llave de todo, pero al que nadie le pide cuentas por su comportamiento en este conflicto”.
El 23 de abril el obispo metropolitano de Alepo y Alejandría, Bulos Yaziji, y el siriaco ortodoxo de Alepo, Yuhanna Ibrahim, fueron capturados por un grupo armado cuando viajaban en coche por el norte de Siria, cerca de la frontera con Turquía. Los asaltantes mataron al sacerdote que conducía el vehículo y se llevaron a los dos líderes religiosos que acudían a intermediar en la liberación de otros dos sacerdotes secuestrados. “Piden que el Gobierno de Assad ofrezca alguna recompensa o libere presos a cambio de ellos, pero es un error porque la iglesia no tiene relación con el gobierno”, repite una y otra vez Romualdo que se muestra indignado por el “apoyo abierto de Europa desde el comienzo a los salafistas” de la oposición armada, un apoyo que se debe a “su desconocimiento total de la situación sobre el terreno y de lo peligrosos que pueden resultar”.

El párroco libanés Jan Khayed sigue con atención las palabras del misionero franciscano y subraya que, pese a las acusaciones por parte de la oposición armada a la cúpula cristiana por su no adhesión al levantamiento, “nuestra comunidad camina de la mano de toda la nación y, en caso de plebiscito, cada uno es libre de votar lo que considere oportuno”. Los cristianos en Siria (ortodoxos, siríacos, maronitas, católicos de rito armenio…) representan el 10 por ciento de la población y desde el comienzo de la crisis la jerarquía ha intentado mantenerse neutral en un conflicto que les ha golpeado de forma directa en forma de coches bomba contra sus comunidades, el asesinato de al menos tres sacerdotes y varios secuestros. La falta de seguridad y el miedo a la amenaza que representan los grupos fundamentalistas han llevado a los cristianos, con permiso de las autoridades, a formar milicias que ahora se encargan de la protección de sus barrios en la capital y periferia. El ejemplo de Irak está muy fresco en las mentes de los cristianos que han visto como en el país vecino apenas quedan 400.000 del más de millón y medio de fieles que había hasta la caída de Sadam Husein en 2003. “Lo que pedimos a Occidente es lo mismos que ya dijo el Papa, por favor, no envíen armas a Siria, sino mensajes de paz”, concluye Romualdo.