EL CAIRO. Mubarak cayó cuando el Ejército le dio la espalda y parece que morirá cuando quieran los de verde oliva. La noticia del agravamiento de su estado de salud llegó a media noche a una plaza de Tahrir repleta de gente que protestaba contra las decisiones de la Junta Militar. No hubo un subidón de alegría ni nada parecido, la gente ya se ha quitado la figura del ex dictador de encima y ahora lo que le pesa de verdad es la Junta.
Mubarak agoniza y la revuelta que acabó con su trono también. Las elecciones parlamentarias y las presidenciales han agotado a una población que se siente un juguete en manos de los militares. Ellos controlan los tiempos, cambian leyes, introducen enmiendas, derriban parlamentos y diseñan las funciones del nuevo presidente, todo ello, eso sí, disfrazado de la más escrupulosa legalidad y con el respaldo de una Justicia que viene de la época del antiguo régimen.
Policías custodian el Parlamento en El Cairo. (M.A)
En medio de la agonía del ex presidente de 84 años y de la protesta contra la Junta, faltan los resultados oficiales de las elecciones. Los dos candidatos cantan victoria. Morsi lo hace con las cifras en la mano, las mismas que manejan todos los medios. Shafiq saca a la luz sus propios números, pero de momento nadie le presta atención. El veredicto, una vez más, será de los militares así que la puerta está abierta para la victoria final del ex primer ministro de Mubarak. Esto casi cerraría el círculo de golpe de estado en toda regla al que solo le faltaría la ilegalización de los Hermanos Musulmanes. La Justicia ha decidido retrasar el veredicto una vez más, pero algún día llegará y a nadie le extrañaría que la hermandad tuviera que regresar a la clandestinidad.