YEDEIDET YABOUS. Cientos de sirios cruzan la frontera cada día para regresar a casa. No lo hacen porque la guerra haya terminado, sino porque a la mayoría se les han acabado los ahorros y no pueden sobrevivir en Líbano. Las furgonetas y taxis llegan cargados con las maletas en los techos y se detienen ante la gran foto de Bashar Al Assad que les da la bienvenida en la aduana de Yedeidet Yabous. “Mejor en Siria con peligro, que en Líbano en la miseria”, dice una madre mientras abre su bolsa para que los policías puedan registrar el contenido. Hasta la frontera no han llegado los ecos de la entrevista concedida por el presidente a ‘The Sunday Times’, después de dos años de revuelta los sirios conocen a la perfección el mensaje de Bashar, omnipresente en los medios oficiales, y su acusación abierta a Occidente de apoyar militarmente a la oposición para destrozar el país. Tras sus últimas entrevistas a rusos o iraníes, Al Assad abrió las puertas del palacio al periódico británico para hacer llegar su mensaje al enemigo y sus respuestas fueron directas. El dirigente acusó al Reino Unido de «militarizar» e «incendiar» la crisis siria y calificó la posición del Gobierno de Londres de «inmadura, confusa y no realista». Estas palabras llegan pocos días después de que el ministro de Exteriores británico, William Hague, abriera las puertas a armar a la oposición en el futuro próximo. El primer paso ya lo ha dado la Unión Europea suavizando el embargo y permitiendo la venta de vehículos blindados y material bélico no letal a los milicianos del Ejército Sirio Libre (ESL). Tras publicarse la entrevista Hague respondió a Assad calificando de “iluso” su discurso.
El régimen critica el doble juego de Occidente que por un lado apoya el diálogo y por otro apuesta por armar a la oposición y Bashar reiteró su oferta de diálogo con los rebeldes con la condición previa de que “dejen las armas” porque no está dispuesto a dialogar “con terroristas que están decididos a usar las armas para aterrorizar a la población, matar a civiles, atacar lugares públicos o privados y destruir el país». El presidente también dejó claro que no pasa por su cabeza la idea del exilio porque «nadie que tenga sentimientos patrióticos pensará en vivir fuera de su país. Soy como cualquier sirio patriótico».

Los coches avanzan lentamente tras recibir el visto bueno en la aduana. Les esperan cuarenta kilómetros hasta Damasco en una carretera absolutamente militarizada. Esta es la única salida segura que le queda a una capital que desde hace meses tampoco cuenta con el aeropuerto por el cerco de los grupos armados de la oposición. La Siria que controla Bashar se reduce ahora a los barrios del centro de Damasco, la zona alauita (secta a la que pertenece el presidente) de la costa y la provincia de Sweida en el sur, el resto del país es una zona en disputa y la llegada de armas a la oposición puede poner aun peor las cosas para el Gobierno.