EL CAIRO. La Constitución es el último capítulo de la lucha entre partidarios y detractores de los Hermanos Musulmanes. No hay espacio para el gris. Blanco o negro. Aquellos que tuvieron alguna duda sobre la cofradía apenas le han dado cinco meses de margen para posicionarse también en su contra. Más que referéndum sobre la nueva Carta Magna, el país vive un plebiscito sobre la hermandad. En la primera jornada votaron diez provincias y el texto propuesto por Mohamed Morsi obtuvo el 56,5 por ciento de los votos, en la segunda votarán diecisiete provincias y, mirando los resultados de las presidenciales, todo indica a que ese porcentaje puede llegar al 70. ¿Qué dirá entonces la oposición? De momento denuncia un “fraude histórico” y mantiene las protestas en El Cairo, uno de los feudos anti Morsi que dijo ‘no’ a la Constitución.
Seguidores de Morsi celebran la victoria en el referéndum. (M.A)
Como ocurre en Irak desde la caída de Sadam Husein, estas sociedades gritan democracia, el pueblo responde de manera ejemplar acudiendo a las urnas, pero luego los mandatarios son incapaces de digerir los resultados. En Bagdad la minoría suní sigue sin aceptar que después de décadas en el poder es la hora para los partidos chiíes. Egipto viene de enlazar tres dictaduras militares y se encuentra con su primer presidente elegido por las urnas, pero es islamista y los laicos, que han estado en los puestos de poder de la mano de los militares, no asimilan su nuevo rol en la oposición. En el otro extremo los islamistas se han crecido y parecen no atender a la necesidad de un consenso a la hora de presentar una Constitución. La oposición critica a Morsi y dice que su texto es “islamista”, ¿qué esperaban? Los laicos piden al presidente que se comporte como un laico, pero eso sería traicionar a sus millones de votantes, la inmensa mayoría egipcios de a pie de los que los que la actual oposición apenas se preocupó cuando estaba en el poder. “Los Hermanos Musulmanes compran votos a través de la obra social que desarrollan”, es una de las acusaciones más repetidas en las calles. “Dan azúcar y aceite a los pobres a cambio de su apoyo”, confiesan los opositores. Es cierto, pero lo llevan haciendo desde su fundación y también lo hacían cuando estaban ilegalizados y sus líderes, entre ellos Mohamed Morsi, encarcelados. Entonces nadie se quejaba y, sobre todo, nadie atendía a esa parte de la población salvo la cofradía.
No hay manera de que Egipto avance. Desde la caída de Mubarak los ciudadanos han ido ocho veces a votar, pero tanta ‘fiesta de la democracia’ sigue sin desbloquear la desconfianza entre islamistas y laicos. Al contrario, cada vez se enquista más y amenaza con nuevos baños de sangre como el que precedió al referéndum que dejó once muertos en las calles. Tahrir da pena, llena de cafeterías, puestos de venta de comida ambulante, vagabundos y macarras que esperan a que se forme bronca para estar en primera línea. La fuerza que tuvo esta plaza se apaga con tanta protesta.