En poco más de un mes Irak ha perdido a los dos últimos grandes exponentes del régimen de Sadam Husein que quedaban con vida. Una operación conjunta del Ejército de Irak y las milicias chiíes leales a Bagdad acabó con Izat Al Duri, ex vicepresidente iraquí, y un infarto se llevó a Tarek Aziz, que “murió en el Hospital Universitario Hussein en la ciudad de Nasiriya donde fue traslado cuando su estado de salud empeoró», según declaró a la agencia AFP Adel Abdulhussein al Dajili, vicegobernador de la provincia de Dhi Qar, donde cumplía condena el ex ministro de Relaciones Exteriores del régimen baazista. Aunque Dajili no especificó la causa de su muerte, la salud de Aziz era débil y había sufrido problemas respiratorios, cardiacos, de presión arterial y diabetes.
Aziz, de 79 años y ocho de picas de la baraja elaborada por EEUU tras la invasión con los altos cargos del sistema, fue condenado a muerte en 2010 por el Alto Tribunal Iraquí, órgano responsable de juzgar los crímenes anteriores a la invasión estadounidense, “por su papel en la eliminación de partidos islámicos”. Partidos como el chií Dawa del entonces primer ministro, Nuri Al Maliki, que intentaron acabar con la vida del dirigente cristiano en 1980 con un atentado del que salió ileso y unos partidos que ostentan el poder en Irak desde la caída de Sadam. La condena, sin embargo, no se ejecutó porque el presidente, Jalal Talabani, se negó a firmar la sentencia de muerte sobre el que fuera mano derecha de Sadam durante tres décadas.
Rostro exterior del régimen
Amigo íntimo del dictador desde sus primeros pasos en política, fue viceprimer ministro del régimen desde 1979 hasta su caída y ministro de Exteriores desde 1983 hasta 1991, labor que le convirtió en el rostro exterior de Irak. En una cúpula baazista marcada por las constantes purgas y la desconfianza, su confesión cristiana, de rito caldeo, le convirtió en uno de los pocos colaboradores del tirano externos a su círculo tribal suní de la ciudad de Tikrit. Su dilatada carrera en política exterior tuvo como epílogo una entrevista con el Papa Juan Pablo II en el Vaticano, su último intento desesperado por detener la II Guerra del Golfo. Fracasó.
Aziz permaneció fiel a Sadam hasta el final y se entregó a las fuerzas estadounidenses el 24 de abril de 2003, apenas quince días después de la caída de Bagdad. Fue el último gran cargo del régimen que compareció ante la prensa internacional en el hotel Ishtar cuando las fuerzas americanas ya estaban a las puertas de Bagdad en 2003. Vestido de uniforme verde oliva y con boina, en lugar de su habitual traje y corbata, pero con sus inseparable gafas de pasta y su puro. El periodista Jon Lee Anderson recoge en su libro ‘La caída de Bagdad’ una rueda de prensa en la que “el diminuto viceprimer ministro, que tenía el pavoneo y el aplomo de una gallinita de Bantam” insistió por última vez en su argumento de que “Gran Bretaña y Estados Unidos no buscaban las armas de destrucción masivas, sino las vastas reservas petrolíferas de Irak”.
*Obituario publicado en los diarios de Vocento el 6 de junio de 2015