DAMASCO. Los comités populares de Bab Touma controlan la zona. Estos grupos formados por vecinos y armados por el Gobierno de Siria despliegan a sus hombres en los accesos a la catedral de María. Damasco celebra el funeral de Ignacio IV (Hazim), Patriarca de Antioquía y de todo Oriente, y cientos de cristianos se acercan al templo situado en plena Vía Recta de la Ciudad Vieja.
«No hay mucha gente por culpa de la situación, es una pena porque fue un gran hombre e hizo mucho por la comunidad, sobre todo por los jóvenes», asegura una joven llamada Wafa, mientras la gente mira al cielo para intentar distinguir entre las nubes la silueta del caza que sobrevuela la capital desde primera hora de la mañana de este lunes.
Las canciones del coro se mezclan con las explosiones de fondo. La artillería no ha sido suficiente para doblegar a los grupos armados de la oposición y en las últimas veinticuatro horas el Ejército ha vuelto a recurrir a helicópteros y aviones. Michel Nseir, de 25 años y voluntario de la parroquia, confiesa que «no nos sentimos especialmente señalados por ser cristianos, pero esta situación te invita a quedarte en casa sin salir». El funeral dura cuatro horas y, en previsión de que el templo se quede pequeño, las autoridades han instalado una pantalla gigante en el patio de entrada.
Ignacio IV falleció en Beirut el miércoles a los 92 años, de los que los últimos 33 los vivió como máximo representante del único patriarcado árabe. Hace unos meses recibió a este enviado especial en su despacho damasceno y, con voz débil, pero con un discurso firme, dejaba pocas dudas sobre el compromiso de la minoría cristiana (entre un ocho y un diez por ciento de la población del país) con las autoridades.
«Un futuro diferente no nos da garantías, por eso estamos contentos con este Gobierno», confesaba un religioso que repetía «no hay un presidente como Bashar Al Assad en todo el mundo árabe».En los próximos días se sabrá quién recoge su testigo. Entre los nombres probables se encuentra el de Damaskino Mansour, arzobispo de Brasil que ha viajado a Siria para el funeral. Junto al resto de altos cargos recibe el pésame de la comunidad en un salón próximo a la catedral y asegura que «sólo el espíritu santo sabe quién será el nuevo patriarca».
Mansour, que nació en Damasco en 1949, pero lleva veinte años en Sao Paulo, siente «mucho dolor con cada una de estas explosiones que se escuchan. Lo que los medios llamáis ‘primavera árabe’ ha sido en realidad una ‘destrucción árabe’, una tragedia». Su opinión respecto a la situación en Siria sigue la misma línea del recién fallecido patriarca y piensa que «la inestabilidad es culpa de la injerencia extranjera. Dicen que combaten en nombre de Dios, pero su Dios es la muerte».
Mientras la jerarquía ortodoxa recibe el pésame de autoridades y religiosos la catedral sigue recibiendo fieles. Llegan con cuentagotas, pero van llenando los bancos de madera para dar el último adiós a quien ha sido su patriarca las últimas tres décadas.
Publicado en www.abc.es el 11-12-2012