QARIATEN. La excavadora empleada por los yihadistas para derribar los muros del convento de San Elián sigue en el mismo lugar que la dejaron. Frente a ella los escombros de un santuario del siglo V que en los últimos años se había convertido en refugio para desplazados por el conflicto que sufre Siria. “Amenazaron en varias ocasiones con destrozar el lugar, hasta que un día lo hicieron de verdad. Primero con la excavadora y después quemaron la iglesia y profanaron las tumbas, incluida la del santo”, informa el oficial del Ejército que acompaña a la prensa durante el viaje a esta localidad liberada por el Ejército a comienzos de mes después de siete meses en manos del grupo yihadista Estado Islámico (EI). Además de los permisos del ministerio de Información, para poder salir de Damasco y recorrer los lugares liberados del califato se necesita el visto bueno del ministerio de Defensa.

El EI llegó desde Palmira a esta localidad que tenía 18.000 habitantes antes de la guerra. Una vez más, la cooperación de ciudadanos locales fue clave para sorprender al Ejército desde dentro y hacerle retirarse de un punto estratégico en las comunicaciones entre el norte y sur del país. “Su idea era hacerse fuerte y desde aquí seguir dando pasos hasta acercarse a la carretera que une Damasco con Homs para poder cortarla, pero no lo consiguieron”, señala un oficial de la seguridad siria cuyo cuartel general se ha instalado en una villa vecina al santuario, una de las pocas que se mantiene en pie tras una dura batalla que ha dejado el centro del pueblo reducido a escombros. El gran centro cultural, que los yihadistas reconvirtieron en centro de operaciones, prisión y hospital de campaña, es ahora una mole de cemento sin forma, carcomida por la artillería y los bombardeos de aviación. Los civiles deambulan entre las ruinas. Rescatan lo que pueden y se suben a los coches o autobuses que les llevan de nuevo a Homs. “Hasta que no vuelvan el agua y la electricidad no se puede vivir, pero en cuanto se establezcan estos servicios regresaremos”, asegura Tama Sleibi, funcionario del Gobierno que no quiere ni oír hablar del final de la convivencia entre musulmanes y cristianos porque “Qariaten no se puede entender si no seguimos juntos, como hemos estado durante siglos”. El asalto del EI le sorprendió en Damasco, pero su familia necesitó dos días para poder escapar. Las milicia de las ‘Águilas del desierto’ tienen ahora el control de unas calles fantasmas.

Este oasis en el desierto ha sido ejemplo de convivencia entre religiones y el EI quiso borrar para siempre esta parte de la historia. “Primero secuestró a decenas de cristianos que no tuvieron tiempo de escapar antes de su llegada, entre ellos al padre Jack, el abad del santuario de San Elián, después fue casa por casa preguntando por los dueños y si eran propiedad de cristianos la confiscaban”, recuerda Sana Musa, mujer cristiana casada con un hombre musulmán, como muchas en Qariaten, que ha vuelto para quedarse sin importarle la falta de servicios. Con el paso de las semanas el EI liberó a la mayoría de los secuestrados, a quienes había llevado hasta Raqqa, la capital del califato en Siria. Limpieza religiosa Antes del estallido de la revuelta contra el presidente Bashar Al Assad los cristianos representaban entre el 6,5 y el 10 por ciento de la población, dependiendo de la fuente consultada ya que no existía un censo por religión. Uno de cada tres vive ahora como desplazado o ha emigrado al extranjero por la persecución de los grupos armados radicales, según los datos del patriarcado greco-melquita de Antioquía, Alejandría y Jerusalén, encabezado por Gregorio III Lahan.

El golpe más simbólico contra la comunidad fue el asalto a la aldea de Malula, cuna del arameo, la lengua de Jesús, en septiembre de 2013. Las fuerzas de seguridad recuperaron meses después el control tras una larga batalla. Los cristianos forman junto a alauitas, drusos e ismaelíes las principales minorías en un país donde la inmensa mayoría sigue la rama suní del Islam. Los greco ortodoxos son el grupo más numeroso y cuentan con un patriarcado y seis diócesis, seguidos a mucha distancia en cuanto a número de fieles por los greco católicos. El mapa cristiano sirio lo completan los armenios (ortodoxos y católicos), maronitas, caldeos y asirios. Cuando el EI toma un lugar con presencia cristiana las únicas opciones son escapar o quedarse y convertirse, o pagar la ‘jizya’ un impuesto a cambio de la libertad de culto…. Aunque la inmensa mayoría huye. En Qariaten la comunidad es asiria y cuando alguno de sus miembros regresa lo primero que hace es acercarse a San Elián. Allí le esperan escombros, pintadas del EI en las pocas paredes que quedan en pie y una biblia chamuscada, el único texto sagrado que ha logrado sobrevivir a la barbarie de unos yihadistas que en el vídeo que difundieron al arrasar el convento dijeron que lo hacían por el bien de la gente, para que dejaran de rezar a un dios que no era dios. Un mes después de su salida su aportación a la historia de Qariaten es destrucción y muerte.