DAMASCO. Una voz en off repasa la lista de elementos necesarios para completar la fórmula. Entre botes de nitrato de potasio almacenados en una cocina se cuelan planos en los que dos conejos esperan indefensos en una caja de cristal. De fondo, una canción cuyo estribillo repite “ya vuelve Saladino”. Es el arranque de un vídeo de siete minutos que concluye con un encapuchado fabricando un gas que mata a los animales en un minuto y se dirige a la cámara para despedir la grabación diciendo “¡Dios es grande!, este es el destino de los alauíes (secta a la que pertenece el presidente Al Assad) por ser enemigos del Islam”. Una brigada próxima al Frente al Nusra –organización vinculada a Al Qaeda que recientemente ha sido incluida en la lista de grupos terroristas de Estados Unidos- reivindica la grabación, pero en los foros de la oposición aseguran que se trata de “un montaje del régimen para cubrirse las espaldas cada vez que use su arsenal químico”. Un uso que, según fuentes cercanas al Ejército Sirio Libre (ESL) consultadas, ya se habría producido “por primera vez y en pequeñas dosis” en los últimos días en la ciudad de Daraya, uno de los bastiones de los rebeldes más próximo a Damasco que el pasado septiembre fue escenario de la matanza de 300 personas de la que se culpan régimen y oposición.

Una de las pintadas aparecidas en Damasco. (M.A)

El debate sobre este tipo de armas ha llegado a las calles de una capital que vive inmersa desde el miércoles pasado en la segunda gran ofensiva del ESL por intentar penetrar al corazón del país. “Falta poco para el final y cuando el presidente se vea realmente con el agua al cuello no tendrá ningún inconveniente en usar armas químicas”, opina un veterano profesor cristiano al que le han llamado mucho la atención las pintadas aparecidas por la capital que rezan ‘¡Bashar o arrasamos el país!’, lo que considera una señal de que “están dispuestos a todo porque saben que es una lucha a vida o muerte”.

“El régimen nunca usará este tipo de armas porque aun protege a una parte de su pueblo, pero ellos en cambio son mercenarios y si cae en sus manos no dudarán en emplearlo”, afirma Nabil Saleh, propietario de una tintorería en el barrio de Mezze. Su tienda se salvó milagrosamente tras la explosión de una bomba en el comercio de móviles contiguo al que atacaron “porque el dueño es alauí, esto ya es un conflicto sectario puro y duro y hay que hablar claro”, señala. Entre los leales a Al Assad se repite el mismo argumento, a diferencia de los opositores no tienen problemas en confesar sus identidades y apuntan al ESL como “el único capaz de usar este arsenal, lo harán si reciben las órdenes de alguno de los países extranjeros que les apoyan y luego acusarán al régimen”, afirma Aziz Abdula, propietario de varios inmuebles afectados por la explosión de un coche bomba en el bastión alauí de la capital, Mezze 86.

El portavoz de Exteriores, Yihad Makdessi, ahora en Londres, abrió la caja de pandora en verano al responder a una pregunta sobre el tema en una rueda de prensa asegurando que este tipo de armas se emplearían “únicamente en caso de agresión externa”. A partir de entonces el resto de altos funcionarios han intentado maquillar el tema, el último el número dos de la diplomacia siria, Faysal Al Mekdad, que calificó de “posiciones teatrales” las acusaciones de Occidente sobre el arsenal químico y reiteró que “si existieran, no serían utilizadas contra el pueblo sirio”. Palabras que no sirven de tranquilidad a la comunidad internacional que, aunque no olvida el fiasco de las armas de destrucción masiva de Sadam Husein en Irak,  ha marcado este tipo de armamento como “la línea roja”.