DAMASCO. Colas y más colas. Conseguir pan en Damasco se ha convertido en un ejercicio de paciencia diario. El gobierno mantiene el subsidio a algunos alimentos como el arroz, el azúcar y el pan, que mantiene su precio de 15 libras (12 céntimos de euro al cambio) la bolsa de kilo y medio. Desde hace una semana los efectos de la guerra se sienten de verdad en las calles del primer anillo de Damasco, el auténtico corazón de una capital cuyo extrarradio se ha levantado en armas contra el régimen. “Lo que queda fuera son ciudades fantasma. La mayoría de civiles han huido y solo permanecen milicianos del Ejército Sirio Libre (ESL) que son los que controlan lo que queda de lugares como Duma, Harasta, Saqba o Arbin. El Ejército ya no entra por tierra, bombardea y se limita a intentar controlar las carreteras principales”, afirma Abu Hussan, un vecino de esa zona desplazado en un hotel del centro y listo para emprender el viaje a Líbano para sacar a sus tres hijos de “un infierno”. Solo se puede salir por tierra ya que el camino hacia el aeropuerto internacional es escenario de combates y aunque el régimen insiste en que está operativo, nadie se atreve a recorrer los 20 kilómetros que le separan del centro.

Panadería pública de Mezze (M.A)

Samir Al Aid es el responsable de la panadería pública del barrio de Mezze donde han tenido que aumentar la producción de las 14 toneladas a las 18, los trabajadores han doblado los turnos y trabajan también los viernes “para poder responder a la demanda. Ha llegado mucha gente a Damasco en busca de seguridad y por eso se forman estas colas”. Después de una media de tres horas de espera cada comprador se puede llevar tres bolsa de pan como máximo y Al Aid advierte de que en almacén disponen de la harina y el combustible necesario para hacer pan los próximos quince días.

El pan escasea en la capital –un problema extendido a todo el país, sobre todo en las zonas más calientes como Alepo donde la bolsa de kilo y medio alcanza las 200 libras (casi dos euros al cambio)- y las autoridades lo achacan a las dificultades en el transporte de la harina y trigo desde Deir Ezzor y Hassaque, zonas con fuerte presencia de grupos armados de la oposición. La misma situación se produce con el combustible (gas, gasolina y gasóleo para calefacciones y transporte público) debido al bloqueo internacional y a los sabotajes continuos en los oleoductos que unen los yacimientos de Deir Ezzor con las refinerías de Homs y Banias. El litro de gasolina ha subido a las 55 libras (50 céntimos de euro al cambio) y, aunque se hagan largas horas de cola, es casi imposible conseguir gasóleo para las calefacciones domésticas o para las furgonetas de transporte público, lo que complica los movimientos en la capital. Irán, Rusia y Argelia son los únicos tres países que siguen vendiendo petróleo a Siria y esto permite al régimen garantizar unos servicios mínimos. A la falta de combustible se le suman las largas horas de cortes de luz, “ya no es como antes que teníamos unos cortes diarios programados, ahora podemos pasarnos el día completo sin luz y nadie da explicaciones, echan la culpa a que el ESL ha atacado alguna planta eléctrica y nada más”, lamenta Fady, dueño de una peluquería en la parte cristiana de la Ciudad Vieja. Como el resto de negocios de la capital depende ahora de un generador para poder seguir funcionando. Estas máquinas han duplicado su precio en la última  semana (se pueden encontrar modelos chinos a partir de los 80 euros) y las calles de Damasco se iluminan gracias a su ronroneo.

El régimen sigue pagando los sueldos de los funcionarios con puntualidad y al inicio de los incidentes subió las asignaciones mensuales en un 20 por ciento, “el problema es que con el paso de los meses los precios se han disparado, el dólar ya está en 90 libras (el doble que antes) y no alcanza”, lamenta un funcionario público que sueña con que “esto acabe cuanto antes, lo único que importa ahora es Siria, por encima de un presidente u otro”. El tejido industrial de Alepo está destrozado y las comunicaciones entre las dos grandes ciudades del país cortadas. “Al gobierno le queda el oeste de Damasco, nada más. Es un milagro haber aguantado estos dos años, pero la destrucción del tejido industrial es casi total y ahora empieza la cuesta abajo definitiva, no hay vuelta atrás”, opina un empresario farmacéutico que, como el resto de hombres de negocios, “vivimos al día, no se puede planificar nada y ya hemos consumido el material almacenado. Esta revuelta ha destrozado el país, ¿qué será de nosotros mañana?”.

 

Artículo publicado en los diarios de Vocento el 09-12-2012