GAZA. Como hacía cada mañana, el 22 de marzo de 2004 Abdel Ghani salió con su padre, el jeque Ahmed Yasín, a rezar en la mezquita situada a apenas cien metros de la casa familiar. A diferencia de otros días, no empujaba la silla de ruedas de su padre y eso le salvó la vida. Un misil israelí acabó con la vida del cofundador y líder espiritual de Hamás y mató también a dos miembros de la comitiva que acompañaba al carismático religioso al rezo. La vieja mezquita del barrio de Zeitun se ha convertido ahora en un complejo de organizaciones islámicas dedicadas a la ayuda social, pero la casa familiar de Yasín sigue igual. “Hemos querido que sea un lugar de visita donde las personas puedan venir a retomar fuerzas”, explica Abdel Ghani mientras abre el portón metálico del portal número cinco.

El tiempo parece parado en este edificio de dos plantas donde se conservan las pertenencias del religioso como reliquias. Los restos de la silla de ruedas en la que iba a la mezquita cuando sufrió el ataque están protegidos por una vitrina, el chal marrón con el que se resguardaba del frío esa mañana cubre la otra silla de ruedas que usaba para presidir las reuniones en un salón de visitas con las paredes repletas de fotografías históricas, su cama, su Corán, el altavoz con el que arengaba a las masas… “No soltamos una sola lágrima, sabíamos que su destino era el martirio y lo teníamos asumido”, confiesa su hijo, jardinero en la Universidad Islámica de Gaza, que no puede ocultar su pena “al ver que además de mi padre muchas de estas personas de las fotos están muertas. Se han ido, pero los principios del movimiento se mantienen firmes: no al reconocimiento de Israel, Jerusalén es nuestra capital y no se puede renunciar a un solo metro de nuestra tierra”.

El jeque Yasín murió a los 67 años e Israel le consideraba el ‘Bin Laden palestino’ por su apuesta firme por la lucha armada, incluidos los atentados suicidas, contra la ocupación. Tetrapléjico desde la infancia por un accidente deportivo, su aspecto frágil contrastaba con el tono inflexible de un discurso que sentó las bases para el nacimiento de Hamás hace 25 años. En los años setenta introdujo las enseñanzas de los Hermanos Musulmanes en Palestina y comenzó a tejer una red de organizaciones sociales de ayuda a los más desfavorecidos que el movimiento fundamentalista sigue conservando y que es una de las claves de su gran apoyo popular. Después añadió las armas a la ideología de la hermandad para crear Hamás.

En su casa comenzaron a darse cuenta del carisma del jeque en 1985, tras su puesta en libertad después de un año en prisión. “Miles de personas colapsaron las calles para darle la bienvenida. Era una persona querida por todos, sin importar la facción, tenía el respeto de la gente”, piensa Abdul Ghani mientras sube al segundo piso para mostrar una mesa con trece sillas, el mismo número de miembros que tiene el comité ejecutivo del movimiento, cuyos nombres son un secreto.

Israel mató a Yasín y meses después hizo lo propio con su sucesor, Abdel Aziz Rantisi, pero Hamás se rehízo y demostró que “el movimiento está por encima de las personas”, la misma frase que pronunciaron tras el asesinato de Ahmed Al Jabary a mediados de noviembre, el último gran líder fundamentalista víctima de la lista de caídos por los asesinatos selectivos israelíes.