RAMALA. Tras la victoria diplomática en la Asamblea General de la ONU Mahmoud Abás regresará en las próximas horas a Ramala y “la prioridad absoluta es comenzar el trabajo para alcanzar la reconciliación nacional entre todas las facciones”, asegura la portavoz del Gobierno, Nour Odeh. El “estado observador” reconocido por las Naciones Unidas sobre el terreno está dividido en tres partes, lo que convierte a Abás a un presidente cuyo poder apenas sobrepasa los muros de la ‘muqata’ de la capital cisjordana. Hamás controla Gaza con mano de hierro desde 2007, Jerusalén Este es territorio ocupado por Israel, que también tiene luz verde para operar en Cisjordania donde ya viven 500.000 colonos en asentamientos ilegales. “Cada vez que ocurre algo como la ofensiva de Gaza o esta cita en la ONU a los líderes se les llena la boca hablando de unidad, pero luego no hacen nada”, asegura el activista de los derechos humanos Khalil Shahin, director del Centro Palestino de Derechos Humanos en Gaza. En las celebraciones por el triunfo diplomático en Nueva York se pudieron ver después de muchos años banderas amarillas de Fatah en Gaza, en Cisjordania, sin embargo, el verde de Hamás sigue siendo una especie de tabú y apenas se vieron enseñas del grupo fundamentalista durante la fiesta centra de Ramala en la que los dirigentes intentaron sin éxito que el único color posible fuera el de la bandera palestina.

Fiesta en Ramala tras la votación de la ONU. (M.A)

Hamás, que la próxima semana celebra su 25 aniversario, es un movimiento islámico que apuesta por la resistencia armada para hacer frente a Israel, lo contrario que Fatah, partido laico favorable al diálogo y la resistencia no violenta desde la llegada de Mahmoud Abás a la presidencia. Las elecciones generales de 2005 marcaron el punto de inflexión ya que Hamás se hizo con la victoria, pero “esto es una democracia con condiciones, y la principal condición es que ellos deben ganar”, critica Ayman Daraghmeh, uno de los 74 diputados que obtuvo Hamás en las elecciones (en la cámara hay 132 asientos), que desde su oficina en Ramala denuncia “la falta de libertad de expresión en un estado policial en el que los opositores estamos a merced de las policías de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) e Israel que actúan de forma conjunta y coordinada. El objetivo es anular cualquier tipo de resistencia, incluso la ideológica”. Todos los parlamentarios de Hamás han pasado por prisión en varias ocasiones y trece de ellos permanecen en manos israelíes. En 2007 llegó la ruptura definitiva con el enfrentamiento armado en Gaza que acabó con la expulsión de Fatah de la franja y la persecución y captura de los miembros de Hamás en Cisjordania.

En la asociación Addameer, que trabaja por la defensa de los presos políticos, el abogado Anas Barghouti corrobora la coordinación entre la ANP e Israel para silenciar a la oposición que “nosotros denominamos el círculo. En muchos casos cuando un detenido es liberado por la ANP, Israel lo encarcela inmediatamente y lo mismo a la inversa”. Según las cifras de Addameer hay 4.500 presos políticos palestinos en Israel (4.000 de Cisjordania y 500 de Gaza), mientras que en las cárceles de la ANP “rondan el centenar” y en las de Gaza “no más de cincuenta”. La reciente operación Pilar Defensivo contra la franja despertó la solidaridad entre los habitantes de Cisjordania, que organizaron protestas y manifestaciones, lo que ha significado “una media de veinte detenciones al día por parte de Israel, algo que hacen en coordinación con las fuerzas de seguridad palestinas. La protesta es un tema tabú en Cisjordania porque Israel teme una tercera Intifada”, asegura Barghouti.

Los dos grandes partidos firmaron un acuerdo de unificación en Cairo en mayo de 2011, pero las diferencias internas lo han hecho inviable hasta el momento. El discurso triunfalista de los líderes de la ANP tras la cita de Nueva York contrasta con la ambigüedad de Hamás, donde solo grandes nombres como el de Khaled Meshal, líder en el exilio, se han pronunciado abiertamente a favor de la resolución de la ONU y la puesta en marcha del proceso de unidad. “Es diferente la visión de los líderes que la opinión de las bases. Por encima de la unidad política hay que volver a unir a la sociedad porque estos seis han años han destrozado el tejido social palestino. Los criminales de cada lado deben compensar de alguna forma a las víctimas, no se puede pasar página como si nada hubiera ocurrido”, piensa Tahseen Elayyan, experto en Derecho Internacional de la ONG Al Haq de Ramala.

El acuerdo de El Cairo marca la hoja de ruta a seguir, pide la excarcelación de presos, la formación de una comisión investigadora, la celebración de elecciones… El orden está claro y corroborado por los representantes de las principales facciones palestinas, ahora queda lo más complicado, cumplirlo.

*Artículo publicado en los medios impresos de Vocento el 01-12-2012