GAZA. Cuatro cuerpos de niños descansan pegaditos en la morgue del hospital Al Shifa. Yacen cubiertos por una gruesa capa de polvo y con restos de sangre seca en sus caras. Acaban de rescatarlos de entre los escombros de la casa de la familia Al Dalo en la calle Mohamed Jamjoun, del barrio Sheikh Radwan. El objetivo de las bombas de Israel era el cabeza de familia y hombre de negocios presuntamente vinculado a Hamás, pero en el momento del ataque no estaba en casa. Diez miembros de la familia y dos vecinos perdieron la vida en la que hasta el momento ha sido la acción más sangrienta desde que Israel lanzara la Operación Pilar de Defensa el miércoles. Después de más de mil ataques llega el turno para las casas, tiendas, restaurantes u hoteles de los miembros del grupo fundamentalista, una estrategia de castigo que “va a lograr todo lo contrario, que nos unamos más y apoyemos a la resistencia sin fisuras”, piensa Abu Hasán, vecino de los Al Dalo que sigue en directo las labores de rescate de los cuerpos. “Hay que borrar Israel del mapa, no hay otra solución. Ver que nuestros cohetes llegan a Tel Aviv nos levanta el ánimo, pero no es nada comparado con el daño que ellos nos hacen”, lamenta Mahmoud, joven de 24 años que se encarga de dirigir el cordón humano que se ha formado para evitar que el lugar se llene de curiosos.
Después de casi una semana bajo las bombas Gaza es un lugar fantasma con calles vacías y manzanas enteras reducidas a escombros. Más destrucción sobre la destrucción sufrida en la última guerra. Mustafa Rayan se abre paso como un zombi entre los restos de lo que fue su casa en Beit Lahiya, al norte de la franja. “Un vecino empezó a gritar a las dos de la mañana que saliéramos de casa que iban a atacarnos y después llegaron las explosiones”, confiesa este profesor de árabe que da la mano a una de sus hijas y trata de encontrar restos de sus pertenencias con la ayuda de vecinos y amigos. Nada más escuchar el grito cayó un primer proyectil, “lanzado desde un avión no tripulado”, asegura Mustafa que, como el resto de los habitantes, ya sabe distinguir entre los distintos tipos de proyectiles empleados por el enemigo. Siete minutos después “cayó el misil del F16 que hizo polvo la casa y todos los edificios próximos como el mío”, lamenta con gesto de indignación. “Israel avisa en algunos casos, tienen los teléfonos de las personas a las que solo quieren asustar, no matar, y les avisan”, revela un ciudadano de Gaza que en 2008, durante la Operación Plomo Fundido, recibió esta llamada de aviso que le sirvió para salvar a su familia de una muerte segura, “pero cuando se trata de un pez gordo no hay miramientos”, matiza.