EL CAIRO. Lo egipcios acuden a las urnas por segundo y último día para elegir en Mohemd Morsi y Ahmed Shafiq. La participación no parece muy alta, lo mismo que el entusiasmo general de una población que 16 meses después de la caída de Mubarak parece cansada de revolución. Las parlamentarias fueron como descorchar una botella de champán y los islamistas arrasaron, en la primera vuelta de las presidenciales se perdió mucho gas y ahora parece que ya no queda nada.

Algunos medios hablan de “desilusión” general, pero solo tienen que pasarse por las campañas de los dos candidatos para ver la energía con la que están peleando cada voto. La Junta Electoral habló anoche de irregularidades, especialmente por parte de una de las listas, pero no mencionó al pecador.

 Un té a la salud de Mohamed Morsi en Abu Nomros. (M.A)

Un observador internacional con el que me encontré aseguraba que “los votos que había que comprar ya están comprados”. El precio medio ha sido de 14 euros y el promotor de la medida ha sido, según la observadora, Ahmed Shafiq. No es de extrañar teniendo en cuenta que viene de la escuela de Mubarak acostumbrada a las elecciones sin sorpresas y con mayorías insultantes. Por otro lado, “los hermanos hacen lo propio, pero dando servicios, poniendo autobuses al electorado y dándoles de comer”, una técnica parecida a la de los mítines de bocata y cerveza en España.

En los bares de Taalat Harb suena el rumor de una fiesta de 24 horas “non-stop” si ganan los islamistas. “Habrá que beberse toda la cerveza en un día porque al siguiente nos cerrarán los bares”, bromean los lugareños, más preocupados por su Stella que por la falta de combustible y el desempleo. Tahrir espera la respuesta de las urnas y la sabremos esta misma noche.