El plan de paz de Annan para Siria está muerto. El alto el fuego no se ha respetado en ningún momento y los observadores, además de no moverse con libertad, desconfían de sus escoltas y sufren ataques en zonas leales al régimen. “Los opositores te gritan, te menean los vehículos a empujones, te los pintan con sprays, pero no te disparan. Ahora el enemigo está en las zonas más leales donde las fuerzas de seguridad no hacen nada por impedir este tipo de acciones que se vienen repitiendo los últimos días”, señalan fuentes cercanas a la misión de la ONU. Con los cascos azules divididos, los tres vehículos que quedaban en Latakia decidieron realizar una evacuación a última de la tarde debido al agravamiento de la situación de seguridad. Los medios sirios informaron de la muerte de dos vecinos atropellados en la huida de los observadores, algo que negó el organismo internacional, y temían movilizaciones a las puertas de su cuartel general. Los tres vehículos, protegidos por la misma escolta que les vendió por la mañana, enfilaron hacia Tartus, al sur, siguiendo también la misma ruta de la costa donde sus compañeros fueron ametrallados. Fueron ochenta kilómetros eternos. Por una carretera desierta y en plena noche. Se despidieron de Latakia entre gritos, escupitajos y empujones de la gente y la misma escena se repitió a su llegada a Tartus, otra de las ciudades leales al régimen.
Mientras aumenta la desconfianza entre la misión de la ONU y el régimen, el Ejército sigue con su operación en Al Haffa y las autoridades han logrado su objetivo: quitarse a los inspectores de en medio para que nadie sepa realmente lo que pasa. Desde la distancia, al menos, pudieron comprobar por primera vez cómo el Ejército ataca los feudos opositores con tanques, artillería y helicópteros, y ya califican el conflicto sirio abiertamente de “guerra civil”, según declaró en Nueva York el vicesecretario general para operaciones de paz, Herve Ladsous. Los militares de Latakia trajeron hasta el hotel de la ONU a varias familias que supuestamente habían huido de Al Haffa “debido a la presencia de islamistas venidos de Turquía” a quienes acusaban de “secuestrar y matar sin piedad”. Como antes en Houla o Qubair, escenarios de las dos últimas masacres ocurridas, el problema se centra en un núcleo suní rodeado de aldeas alauitas, secta minoritaria en el país a la que pertenece el presidente, cuya localidad natal está próxima.