JERUSALÉN.  “¿El Golfo? Nunca nos darían visados para quedarnos, ellos solo quieren a extranjeros que vayan a trabajar nada más. Nos deportarían sin miramientos”, responde Jaled, joven damasceno veinteañero que llegó a Berlín antes del éxodo de refugiados del verano. Después de cuatro años de guerra y más de 300.000 muertos, según las cifras del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), los dos últimos meses han trasladado el horror de esta guerra al corazón de Europa con la llegada de cientos de miles de sirios. Bruselas reacciona de forma urgente tratando de fijar cuotas para repartir a los recién llegados, Francia y Reino Unido dan un paso más y anuncian el reforzamiento de la campaña militar contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI), España asegura que “es el momento de negociar con Bashar Al Assad” y crecen las críticas contra los países del Golfo, principales financiadores de los grupos armados de la oposición, que no abren sus puertas a los civiles. Amnistía Internacional recoge en una de sus últimas publicaciones que “Catar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Kuwait y Bahréin no han ofrecido ninguna plaza de reasentamiento para refugiados sirios”, una afirmación que ha provocado fuertes críticas.

La respuesta no ha tardado en llegar. Arabia Saudí, que además del frente contra Assad tiene abierta una guerra en Yemen, ha reaccionado de forma inmediata a través del ministerio de Asuntos Exteriores con un comunicado en el que asegura haber recibido “ a 2,5 millones de sirios desde el inicio del conflicto” de los que “cientos de miles han obtenido el permiso de residencia” y asegura que tienen “100.000 estudiantes” matriculados en sus colegios. Las autoridades del reino argumentan que “se ha adoptado una política para no tratar a nuestros hermanos sirios como refugiados y no alojarles en campos para asegurar así su dignidad y seguridad”. Esto explicaría que las cifras de Acnur, agencia de Naciones Unidas para los refugiados, no se corresponden ni de lejos con estos números.

Fuentes oficiales de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) confirmaron a la agencia AFP que desde 2011 han recibido más de 100.000 personas y que en la actualidad viven en el país 250.000 sirios. Las autoridades de Kuwait recordaron que han donado 1 billón de euros a los campos de refugiados en los países vecinos y que las aportaciones privadas ascienden a los 85 millones de euros… El ex director general de Al Arabiya, canal satélite saudí, salió también en defensa de las monarquías del Golfo y en un artículo publicado por el diario Asharq al Awsat reconoce que no se ha hecho suficiente, pero subraya que “los extranjeros son más de 80 por ciento de la población de los EAU y Catar, la mitad en Kuwait, el 40 por ciento en Arabia Saudí y alrededor de una tercera parte en Bahrein. Unos porcentajes que no se ven en otros países”.

Las autoridades saudíes, como las del resto de países del Golfo, destacan también su ayuda económica a los refugiados en Jordania (650.000), Turquía (1,9 millones) y Líbano (1,2 millones), que en el caso de Riad forma parte de su estrategia de “afrontar la situación desde una perspectiva humana y religiosa en la que nunca se ha dedicado esfuerzo alguno a captar la atención mediática”. Parte de ese acercamiento religioso sería también su oferta de construir 200 mezquitas en Alemania, una por cada 100 refugiados, según recoge el diario  Frankfurter Allgemeine Zeitung, que cita como fuente al diario libanés Al Diyar.

Cero cultura de refugiados

Entre expertos en ayuda humanitaria causa sorpresa el debate abierto sobre los países del Golfo porque “tienen cero cultura de acoger a refugiados, ni siquiera son firmantes de la Convención de Refugiados de 1951. Ellos cuentan con lo que llaman ‘guest workers’ (trabajadores invitados) en función de la oferta y la demanda del mercado laboral, pero si eres extranjero y no trabajas en el país te ponen una multa diaria”, afirma un empleado de un organismo internacional que pide mantener el anonimato.

Sirios residentes en el Golfo han declinado participar en este reportaje “por motivos de seguridad”, la mayoría son profesionales cualificados que llegaron antes o al comienzo de la crisis y tienen un buen estatus económico. Como ahora Siria, antes Irak fue cantera de profesionales de primer nivel que acudieron atraídos por los petrodólares y la seguridad de unas monarquías en las que “hay miedo a recibir a personas de los países que vivieron la conocida como ‘primavera árabe’ por temor al contagio interno”, revela un expatriado con años de experiencia en Catar.

Como todo lo que rodea a Siria, tampoco en la crisis de refugiados faltan las lecturas en clave de guerra sucia. The New York Times recoge los últimos tuits de Nasser Al Jalifa, antiguo diplomático catarí, que asegura que frente a la estrategia de Occidente “otros países” querían entregar baterías antiaéreas a los rebeldes para defenderse de los ataques contra zonas civiles, pero fueron bloqueados. Al Jalifa acusa a Barack Obama de evitar el uso de la fuerza para no echar a traste el diálogo nuclear con Irán (aliado de Bashar Al Assad) y por eso “ahora europeos y estadounidenses se enfrentan a los errores de sus políticas cortoplacistas y deben recibir a los refugiados”. Desde el Golfo han apostado desde el comienzo por el derrocamiento de Assad por todos los medios, aunque eso haya supuesto el reforzamiento de una oposición radicalizada con grupos como el Frente Al Nusra, filial de Al Qaeda en Siria, o el Estado Islámico. Bruselas y Washington siguen buscando a “rebeldes moderados”, pero los sirios que podrían entrar en este grupo han optado por pasarse a las filas de los islamistas o se han ido del país rumbo a Europa, cansados de esperar ayuda y de promesas incumplidas.

La descoordinación entre Occidente y el Golfo a la hora de respaldar a la oposición política y armada contrasta con el bloque sólido que han formado desde el primer día Irán y Rusia en torno al régimen de Damasco. El desgaste es muy grande, Assad ha perdido el control de amplias partes del país, pero sigue presente en todas las capitales de provincia excepto Idlib y Raqqa y ha logrado que le vuelvan a ver como un interlocutor válido para el final de la crisis como aliado potencial frente al EI. The Washington Post aseguraba en un reciente artículo que el régimen ha agilizado los tramites para la obtención de pasaportes en los últimos meses para fomentar la salida de civiles con rumbo a Europa como medida de presión a Bruselas y Washington para que intervengan de forma decidida frente al EI, Turquía tampoco ha hecho esfuerzo alguno por frenar un éxodo que parte de sus costas… Los dos últimos meses de desembarco sirio en Europa marcan un punto de inflexión en una guerra que parecía estancada.