TEHERÁN. El rial está en caída libre y en las casas de cambio de la calle Ferdosi lo celebran cada día con una orgía de dólares. Miles de personas se juntan en esta céntrica calle de Teherán para vender sus riales al mejor postor y hacerse con divisas. El negocio no es nuevo, pero ni los más antiguos de la zona habían visto semejante fluctuación en la moneda en tan corto espacio de tiempo. Es la economía paralela, el poder del bazar sobre los mercados oficiales, el poder de la gente que maneja el dinero en efectivo, que cuenta los billetes uno a uno, los huele y guarda en cajas hasta llenar almacenes enteros.
Es el único tema de conversación. La caída del rial desde la firma de Barack Obama a favor de las sanciones al Banco Central ha eclipsado todo lo demás. “Es como si el régimen hubiera provocado esto para que nadie tenga preocupaciones políticas”, sugería un cambista que se frotaba literalmente las manos ante el futuro próximo en el que seguirá amasando una fortuna con la venta de moneda extranjera. A falta de mes y medio para las elecciones parlamentarias el clima en Teherán es extraño, la gente dice no preocuparse por la política, pero todos tienen un ojo puesto en la pelea entre ultraconservadores que mantiene enfrentada a la cúpula del sistema como nunca había ocurrido desde el triunfo de la revolución.
De los reformistas no hay noticias. Los dos líderes de las elecciones de 2009 –Mir Husein Musavi y Mehdi Kerrubi- permanecen en arresto domiciliario y sus más estrechos colaboradores están encerrados en Evin. Su ausencia, sin embargo, no resta emoción a unos comicios en los que el presidente Mahmoud Ahmadineyad y los suyos luchan por hacerse con el control del parlamento, ahora en manos de los fieles al Líder Supremo. La lucha por el poder está más al rojo vivo que nunca, una partida que se juega en las alturas, detrás de las cortinas y usando las calles de una Teherán vestida de invierno con las montañas teñidas de blanco hasta muy abajo como tablero donde se resolverá el control del sistema.