Con el alba empiezan a sonar los tambores y se entonan los primeros versos. Comienza el ritual de cada ashura -proviene de ashra, diez en árabe, y significa ‘el décimo día’, ya que se celebra en el día 10 del mes de Muharram, primero del calendario lunar islámico- con el que millones de chiíes de todo el mundo recuerdan el martirio del Imam Husein, nieto del Profeta y tercero de sus doce Imames.
Niño en la ashura de Kadimiya, Bagdad. (2010, M.A). Ver vídeo
El chiismo es la segunda secta en número de fieles del Islam por detrás de sunismo, pero es mayoritaria en países como Irak, Irán o Bahrein y tiene significantes bolsas de población en Pakistán, Líbano, Siria o Afganistán, países donde los fieles sufrieron ayer el ataque más sangriento de este día sagrado. “No hay dolor por Husein, por él somos capaces de todo”, es uno de los lemas que repiten los chiíes vestidos de negro riguroso en las procesiones que se organizan por las calles mientras se golpean el pecho con fuerza. En ciudades como Bagdad, Kabul, Beirut o Islamabad, donde conviven ambas sectas, la decoración festiva con imágenes del Imam, banderas de luto y decenas de puestos en los que se sirven té y comidas de forma gratuita a los caminantes, contrasta con la sobriedad y silencio en las zonas suníes en las que esta jornada no tiene un significado especial.
El martirio de Husein hace 1331 años en Karbala (actual Irak) –toda su familia murió junto a él, menos las mujeres y niños, y fue decapitado- agrandó el cisma en el mundo musulmán abierto tras la muerte de Mahoma y supuso la separación definitiva entre chiíes, seguidores de la familia del Profeta, y suníes, que optaron por los califas. Un cisma que ha llegado a nuestros días y que en la historia reciente de países como Irak desencadenó una auténtica guerra civil en 2006 en la que murieron miles de personas y que llevó incluso a plantear la división del país por confesiones.
La sangre es un tema polémico en esta celebración ya que los grandes religiosos del chiismo no alcanzan un consenso al respecto. Irán o Líbano mantienen la prohibición de autolesionarse, mientras que en Irak o Pakistán no hay legislación al respecto y se deja en cada fiel la opción de “llorar sangre”, como dicen algunos religiosos. No importan las bombas, no importan las amenazas, la próxima Ashura millones de chiíes volverán a echarse a las calles a llorar a su Imam.
*Enlace al artículo de abc.es