DAMASCO. El hotel Sultán es un termómetro de la situación en el país. En las últimas 48 horas se ha producido un cambio de clientela y han llegado nuevos inquilinos de Raqqa y Deir Ezzor, dos ciudades en las que hay combates abiertos entre régimen y opositores armados. Algunos han viajado para recibir tratamiento médico en los hospitales ya que en esas provincias los servicios sanitarios públicos ya no están operativos. Sentados ante la televisión siguen las noticias de las nueve con atención. El lunes los grupos armados se hicieron con el control de Raqqa y derribaron la estatua de Hafez Al Assad de una manera que recordó a lo sucedido en Bagdad hace diez años con la efigie de Sadam Hussein. El régimen, sin embargo, no parece muy preocupado por Raqqa ya que ahora la prioridad es conservar el control del centro de Damasco. Ha habido bombardeos de la aviación y la agencia Sana asegura que 8.500 hombres cercan esta ciudad del norte, pero la impresión general es que dan el lugar por perdido y que no se hará un gran esfuerzo por recuperarlo porque no se considera un punto estratégico.
El resultado de los combates diarios en Jobar (M.A)
La frontera entre las dos sirias está cada vez más marcada. Hoy Damasco ha estado toda la tarde bajo el enorme hongo de humo negro que se ha producido tras la explosión de una fábrica de plástico en Jobar, un barrio en disputa. La artillería castiga día y noche esta posición del Ejército Sirio Libre, pero no logra reducir la presencia de la oposición armada que también es especialmente fuerte en Daraya. “Antes los combates duraban días, ahora meses”, lamenta el responsable de emergencia de la Media Luna Roja que en estas circunstancias no puede mandar a sus equipos a las zonas de combate.
Además de las agencias de la ONU, once ONG internacionales, la mayor parte con presencia en Siria desde la oleada de refugiados que llegaron tras la invasión de Irán de 2003, y más de cien organizaciones nacionales tratan de ayudar a la población civil, pero toda ayuda parece insuficiente. “Hay organizaciones que cruzan la frontera ilegalmente y luego nos envían una carta pidiendo que garanticemos su seguridad, algo imposible porque hay zonas que se escapan a nuestro control”, apunta el número tres de Exteriores y responsable de la ayuda humanitaria en Siria, Hussam Al A’Ala. Ex embajador de Siria en Madrid hasta su expulsión por parte de las autoridades españolas, Al A’Ala pide que “la ayuda no se utilice con fines políticos. El Gobierno da luz verde a los convoyes para ir a donde quieran, pero muchas veces son las propias normas de seguridad de la ONU las que detienen los envíos, no la prohibición de las autoridades”. Aunque el mayor problema que enfrenta la organización internacional es “la falta de fondos debido a que los grandes donantes son a la vez los que están apoyando a la oposición armada en su lucha contra Al Assad”, subraya el diplomático sirio.