Mientras Irán asimilaba el golpe del atentado contra su legación en Beirut ultimaba los detalles para una nueva cita negociadora sobre su programa nuclear que se retoma hoy. La república islámica y el 5+1, grupo formado por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia y China) junto a Alemania, vuelven a la mesa de la negociación en Ginebra tras el fracaso a última hora de la cumbre de hace dos semanas que se celebró en la misma ciudad suiza. Cuando todo parecía listo para sellar un acuerdo que abriera las puertas a la solución final, este no llegó y ambas partes, pese a destacar los avances logrados en 72 horas de conversaciones, se culparon mutuamente de dar marcha atrás en el momento decisivo.
Los últimos días han sido una carrera contra el reloj entre Irán e Israel por ganar apoyos de cara a la negociación. Los iraníes quieren firmar un acuerdo que tranquilice a la comunidad internacional a cambio de un levantamiento parcial de las sanciones que asfixian su economía, los israelíes, en cambio, presionan para que no se acepte nada que no suponga la suspensión total del enriquecimiento de uranio, una línea roja marcada por el presidente Hasán Rohani. Teherán ha firmado un acuerdo de colaboración con la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) para facilitar el trabajo de sus expertos y el ministro de Exteriores, Javad Zarif, insistió en la víspera de la cumbre en que “el mundo tiene una oportunidad histórica para cambiar el rumbo de la situación”. Israel cuenta con el apoyo público de países como Francia cuyo presidente, François Hollande, realiza su primer viaje a Tierra Santa para reiterar que no piensa aceptar “un mal pacto” con los iraníes.
Después de años de cerrazón liderados por el ex presidente Mahmoud Ahmadineyad, la república islámica, con su Líder Supremo, Ali Jamenei, a la cabeza, está abierta a un acuerdo y parece dispuesta a suspender de forma temporal el enriquecimiento de uranio al 20 por ciento, una cifra que le aproxima al 90 por ciento necesario para la fabricación de armamento, según los expertos. Irán, sin embargo, no acepta detener del todo su programa porque considera que la energía nuclear con fines civiles es un derecho.