Qassem Suleimani ha dejado de ser el “comandante en la sombra”, sobrenombre más usado en la prensa occidental, del régimen iraní para convertirse en el mejor argumento de la república islámica en su lucha contra el Estado Islámico (EI). El máximo responsable de las Brigadas Quds ya no es el personaje tan omnipresente como invisible de los últimos dieciséis años, tiempo que lleva al frente de la unidad de acción en el exterior de la todopoderosa Guardia Revolucionaria de Irán, organización creada por el Imam Jomeini para defender los valores de la revolución de 1979. Mientras que Occidente y los países árabes forman un coalición para bombardear al EI desde el aire y el mar, pero con la línea roja de “no poner tropas sobre el terreno”, como repite en cada intervención el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, Teherán envía a su hombre más carismático a la primera línea del frente y este se hace fotografías y videos con sus compañeros de lucha para difundirlos a través de las redes sociales y grandes medios iraníes. Un hombre cuya historia al frente de las Brigadas Quds resume la historia de las luchas internas en Oriente Medio y el reto de Irán de consolidar un “eje de resistencia” en los últimos 16 años.
La primera vez que se vio a Suleimani en el campo de batalla fue a finales de agosto en Amerli, localidad de población turcomana chií que estaba rodeada por los yihadistas y cuyo cerco acabó en 48 horas de combates. Una victoria rápida. Tras el colapso del Ejército iraquí este verano, el gran ayatolá Alí Sistani llamó a los ciudadanos a tomar las armas y la población chií respondió en masa. Frente a los esfuerzos de Estados Unidos y sus socios de reconstruir el ejército, tarea que llevará años, Irán aplicó los métodos de Suleimani y pocas horas después del llamamiento de Sistani las milicias estaban listas para combatir. Los mismos hombres que durante una década lucharon en la clandestinidad contra Estados Unidos tras la invasión, ahora forman la más efectiva fuerza terrestre frente al EI.
Tras la invasión de Irak, como durante los primeros años de la revuelta en Siria, los iraníes siempre negaron la presencia de sus unidades especiales sobre el terreno, pero esta vez es todo lo contrario. Jabir Rajabi, representante en Teherán de Asaib Al Haq (la Liga de los Justos, la milicia más importante) confesó en una reciente entrevista recogida por el portal iraní Tnews que “la mayor aportación de Suleimani es haber conseguido la unidad de acción entre todas las milicias contra el EI. En lugar de darnos el pez, nos enseña cómo pescar y el éxito de nuestras operaciones se lo debemos a él”. En los medios nacionales de la república islámica lo que era un secreto a voces ha dejado de ser tabú y “muestran la ayuda de Suleimani y sus hombres en el campo de batalla e informan de las muestras de agradecimiento que reciben”, según una veterana periodista consultada en Teherán.
Después de Amerli han seguido llegando fotos del ex “comandante en la sombra” desde otros lugares liberados como Jarf al-Sakhr o al-Dalouiah. La república islámica “está usando a Suleimani para mostrar a sus aliados que es la única parte en la que pueden confiar y también para dejar claro que pese a las diferencias políticas, Teherán es su único protector”, opina Ali Mamouri, columnista de Al Monitor. Mientras la alianza es incapaz de acabar con el cerco de Kobani después de más de dos meses, los medios iraníes destacan el éxito y rapidez de las operaciones lideradas por sus hombres.
Héroe o terrorista
En las fotografías recientes, este hombre de estatura media y barba y pelo blancos aparece sonriente, pero sin uniforme, armas ni protección aparente, rodeado de milicianos con pose amigable. Una imagen muy diferente de la del comandante al que hasta ahora solo se había visto durante oraciones en fechas señaladas, reuniones de la Guardia Revolucionaria o entrevistas con el Líder Supremo, Alí Jamenei, que le considera un “mártir viviente de la revolución”.
Nacido en Rabor, provincia de Kerman, hace 57 años, está casado y es padre de tres hijos y dos hijas, como recoge el periodista Dexter Filkins en el meticuloso perfil que le dedicó en ‘The New Yorker’ en octubre de 2013. Un texto “elaborado durante más de cinco meses de entrevistas”, confiesa el periodista estadounidense a este medio, tan meticuloso como permite una figura inalcanzable, ya que es quien se encarga de dirigir unas brigadas que Filkins define como “mezcla entre la CIA y las Fuerzas Especiales”. Suleimani está incluido en la lista de “terroristas más buscados” elaborada por Washington, que le acusa de planificar atentados en medio mundo y ser el responsable de la muerte de cientos de soldados estadounidenses en Irak tras la caída de Sadam Husein en las operaciones ejecutadas por las milicias chiíes que armó y entrenó.
El experto iraní Ali Alfoneh recoge en sus análisis elaborados para la Fundación en Defensa de las Democracias detalles biográficos de Suleimani, al que la revolución de 1979 le sorprendió con 22 años como empleado del servicio municipal de aguas de Kerman, puesto que dejó para enrolarse en las filas de una incipiente Guardia Revolucionaria que Jomeini puso en marcha de inmediato para defender su proyecto islámico de los elementos próximos al Shá. Tras unos primeros meses destinado en el Kurdistán iraní los siguientes diez años los pasó, como millones de iraníes, en la “guerra impuesta” contra Irak en la que comenzó su ascensión en las filas de la Guardia Revolucionaria.
De la cooperación a la guerra
Finalizada la guerra con Irak Suleimani pasó la siguiente década volcado en la lucha contra el tráfico de opio afgano en su Kerman natal, de donde saltó al liderazgo de las Brigadas Quds en 1998. En dos años logró que Hizbolá obligara a Israel a retirarse del sur del Líbano a base de atentados y ataques diarios y en 2001 le tocó fijar la estrategia de Irán frente a la operación internacional en Afganistán para acabar con los talibanes. Como ahora el EI, los hombres del mulá Omar eran enemigos de Teherán y, según revelan los testimonios del ex embajador de EEUU en Afganistán e Irak Ryan Crocker, entrevistado por Dexter Filkins, Suleimani cooperó en el afianzamiento de la Alianza del Norte, de la que formaba parte la minoría hazara, perteneciente a la secta chií del Islam. Esta cooperación terminó en 2002 cuando George Bush incluyó a Irán en el ‘Eje del mal’ y poco después lanzó la invasión de Irak en la que los grupos chiíes fueron “una pesadilla peor que Al Qaeda”, según repetían los soldados estadounidenses cuando se les preguntaba sobre los peligros a los que se enfrentaban durante el despliegue.
Todo el trabajo clandestino de los últimos años es ahora visible en Siria e Irak donde Suleimani recoge los frutos de su trabajo al ver cómo Bashar Al Assad resiste en su palacio damasceno y Bagdad no ha caído en manos del EI. Ya no le hace falta ocultarse. Un enemigo de la talla del EI le ha rescatado de la sombra en las que durante los últimos 16 años ha dirigido los tentáculos de la guerra sucia iraní por el control regional.
*Perfil publicado el 7 de diciembre en los diarios de Vocento