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SIRTE. Mogadiscio, Sarajevo, Beirut… los nombres de estas ciudades vienen a la mente cuando se circula por el centro de Sirte. La ciudad libia ha pagado con su destrucción el ser la cuna de los Gadafi. Milicias de Misrata y Bengasi han hecho a conciencia su trabajo dejando un panorama desolador. Los civiles tardarán en regresar a amplias zonas devastadas por los combates en las que no queda una sola casa entera. Algunos aseguran que es una venganza por cuatro décadas de dictadura en las que esta pequeña aldea de pescadores pasó a convertirse en una próspera ciudad de cien mil habitantes habitantes y servicios de primera gracias a los favores del régimen.

“No es posible ir a pie, se puede ir en el coche. La seguridad es casi total, pero puede quedar algún enemigo escondido”, aseguran en los puestos de control que los rebeldes han levantado entre los escombros. El único tráfico es el de las furgonetas de milicianos que se han lanzado al saqueo y se llevan todo lo que encuentran que pueda tener algo de valor. No todos participan, pero en los puestos de control se hace la vista gorda ante los vehículos cargados con televisores, frigoríficos y sillones. Forma parte del protocolo de esta guerra en la que ciudades como Misrata han pagado un alto precio por la libertad y ahora quieren recuperar de alguna forma toda la sangre derramada.

“No queremos hablar, no tenemos nada que decir”, una familia avanza a duras penas entre los restos de la batalla en una zona próxima al lugar donde fue capturado Gadafi. Vienen a ver lo que queda de su casa y se encuentran con las puertas reventadas y varias paredes con grandes boquetes producidos por armas de gran calibre. La mayor parte de las habitaciones han sido pasto de las llamas. “Esto es lo que queda de  treinta años de ahorros para tener una casa”, lamenta el padre mientras vuelve al coche sin perder un minuto y toma de nuevo el camino de vuelta.

La revolución libia acabó convertida en una auténtica guerra civil. Los feudos gadafistas son ahora ciudades fantasma donde no quedan civiles. “Por encima de un problema tribal, nos enfrentamos a un problema entre ciudades después de estos meses de guerra. Será complicado evitar las venganzas y lograr la unidad”, asegura Ahmed Al Targouni, responsable de la municipalidad de la capital que se encarga de dar cobijo a miles de desplazados venidos de esas ciudades donde la liberación ha terminado en desolación.