CIUDAD DEL 6 DE OCTUBRE. El golpe contra Mohamed Mursi ha dado un giro de 180 grados a la situación de los sirios que huyeron de la guerra para buscar refugio en Egipto. En apenas unas días han pasado de queridos a odiados y organizaciones como Al Gad, encargada de la acogida de refugiados, denuncia “una campaña mediática contra los sirios que está provocando una conducta racista de una parte de la sociedad egipcia hacia nosotros”, lamenta el doctor Ghiyath Barakat, uno de los responsables de esta ONG en El Cairo que llegó desde Hama, en el centro de Siria, hace diez años para estudiar Medicina. En los medios públicos y privados egipcios les acusan de alinearse con los Hermanos Musulmanes –Mursi fue uno de los grandes defensores de la revuelta siria- y los militares han realizado un llamamiento oficial para que se mantengan alejados de las zonas de protesta.

Cartel contra la Hermandad en Tahrir. (M.A)

El alzamiento contra Bashar Al Assad ha provocado un éxodo masivo de civiles y, aunque el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) tiene registrados a 87.000 refugiados en Egipto, “la cifra es significativamente mayor” según el organismo. Al Gad, cuyos responsables aseguran no ser parte de la hermandad, apoya  10.000 familias y su ayuda consiste en el pago mensual de alquileres, respaldo para encontrar empleo, educación para los menores y cobertura de servicios médicos.

A la sensación de rechazo en las calles hay que sumar las nuevas medidas restrictivas de las autoridades interinas que, tras la caída de Mursi, exigen visado a los ciudadanos sirios y han reducido de seis a tres meses los permisos de estancia. Este fue el argumento ofrecido el pasado miércoles para explicar el motivo por el que se obligó a dos aviones de Syrian Airlines procedentes de Latakia y Damasco a regresar a sus aeropuertos de origen sin permitir el desembarco de pasajeros. Se trata de “una medida temporal”, según reveló el ministerio de Asuntos Exteriores a los medios nacionales en los que estos días se difunden rumores sobre yihadistas que han viajado desde Alepo para luchar junto a los Hermanos Musulmanes o sobre prostitutas sirias que ofrecen sus servicios por cincuenta libras (5,40 euros al cambio) en la acampada islamista de Rabaa Al Adawiya.

La devolución de los vuelos a Siria provocó la reacción de  ACNUR que inició un diálogo con las autoridades egipcias “para que permitan la entrada al país a los refugiados sirios”, informó el portavoz de la organización, Adrian Edwards. El organismo internacional recuerda que bajo la ley humanitaria internacional, el actual gobierno egipcio no puede enviar a nadie a “un lugar donde su vida o su libertad esté amenazada, o donde haya riesgo de ser torturado o sometido a trato degradante”. Casos que pueden ocurrir en la Siria actual donde ya han muerto más de 100.000 personas en los más de dos años de confrontación. Desde el 3 de julio solo han entrado a Egipto aquellos sirios con permisos de residencia largos por estudios o negocios.

La “pequeña Siria en Egipto”

Las banderas tricolores, a rayas verde, blanca y negra, de la revolución siria han desaparecido tras más de dos años en Tahrir. “La revuelta contra Bashar Al Assad no despierta simpatía porque ahora todo lo que defendía Mursi está mal visto por la parte de la sociedad partidaria del cambio.  No sabemos qué pasará con ellos”, apunta Ahmed Salah, miembro del Sindicato Médico Egipcio, que también ayuda a los sirios y “cada quince días enviamos equipos de profesionales a Alepo e Idlib para trabajar en centros médicos” en las zonas fuera del control del régimen de Al Assad.

Salah sugiere un visita La Ciudad del 6 de Octubre para pasar unas horas en “una especie de pequeña Siria en Egipto”.  Esta ciudad está treinta kilómetros al norte de El Cairo y es un megaproyecto urbanístico de la era del presidente Anwar Sadat bautizado en honor a la guerra de la liberación del Sinaí de 1973. Bloques y bloques de viviendas perfectamente ordenadas se suceden en medio del desierto y “aquí residen 3.750 familias sirias”, apunta Mohamed Annas, responsable de Al Gad en una zona donde “hay mucha vivienda vacía, los alquileres cuestan la mitad que en la capital (una media de 109 euros al mes) y la gente vive rodeada de los suyos lo que les da más seguridad”. Los restaurantes anuncian “especialidades damascenas” en sus letreros, en las calles se escucha un árabe diferente y algunos comerciantes sirios han trasladado sus negocios a suelo egipcio. Los entrevistados tienen miedo a dar sus nombres y no quieren hablar del cambio de gobierno en Egipto. Algunos como el dueño de la tienda de frutos secos “Rose” han llegado hace apenas unos meses y “después de perder mis cuatro negocios en Damasco porque estaban en una zona de combate, he traído a toda mi familia y trato de rehacer mi vida, pero sueño con volver a mi país cuando todo acabe”. Huyeron de una guerra y se han encontrado con un golpe de estado que puede obligarles a acelerar su regreso.

*Artículo publicado en los medios de Vocento el 16 de julio de 2013