TAYBEH. La carretera que parte de Ramala hacia Jericó serpentea y serpentea colina arriba, colina abajo hasta llegar a Taybeh (que en árabe significa ‘delicioso’). En esta aldea cristiana de poco más de mil habitantes es donde la familia Khoury ha encontrado a base de cerveza y vino su particular fórmula de ejercer una resistencia pacífica ante la ocupación israelí.  Regresaron del exilio de Estados Unidos a palestina en 1994, un año después de la firma de los acuerdos de Oslo y, aunque en estos 21 años lo firmado en Noruega ha quedado en papel mojado, primero invirtieron su fortuna en poner en marcha una cervecería y, gracias al éxito obtenido, ahora se lanzan al mercado vinícola.

Canaan Khoury, de 23 años y graduado en Harvard, es el encargado de recoger el testigo familiar y, tras estudiar de cerca las bodegas en California, ha puesto en marcha “la primera bodega palestina, hasta ahora solo los curas producían vino, pero no de forma profesional. Nosotros contamos con uva totalmente palestina y hemos obtenido un caldo de calidad, listo para competir en cualquier mercado”. Las posibilidades de mercado pasan por Israel, donde hay un auténtico boom del vino con más de trescientas bodegas, la minoría cristiana palestina en Cisjordania -apenas 38.000 de un total de dos millones de musulmanes- y la exportación. Un camino similar al de la cerveza Golden, Light, Amber y Dark que sale desde Taybeh hacia todo el mundo.

“Si lo logramos con la cerveza, lo lograremos con el vino”, le tranquiliza su padre, Nadim, auténtico maestro cervecero y responsable de que Taybeh sea sede en los últimos años de una Oktoberfest al estilo de la alemana en la que se han llegado a dar cita 16.000 personas, una cita reseñable en un Oriente Medio donde los cristianos cada vez tienen menos espacio tras el auge de grupos radicales como el Estado Islámico (EI). Los Khoury apuestan por “invertir en nuestra tierra como señal de resistencia a la ocupación, una resistencia pacífica para mostrar al mundo que los palestinos somos personas normales. El fortalecimiento de la economía local es uno de los pilares para el futuro estado palestino”, insiste Nadim ante la atenta mirada de Canaan.

La bodega está en marcha, con los materiales más modernos y equipos que se pueden controlar desde el iPhone, y se asienta en la planta baja del hotel que los Khoury han levantado en mitad del pueblo. Este año la producción de tinto y blanco será de 25.000 botellas y “poco a poco iremos creciendo, hasta ahora aquí se consumía vino casero y hay que educar a los clientes”, señala Canaan. Las uvas de los Khoury están a salvo del muro que Israel sigue construyendo, pero no ocurre lo mismo con la de otros vinos como el que elaboran los monjes en Cremesán, cerca de Belén, que pronto quedarán en la parte israelí.