Cuatro meses, ese es el tiempo que ha tardado el terror en volver a golpear en el corazón de una Europa donde los servicios de inteligencia volvieron a verse sorprendidos. En París 130 personas perdieron la vida en la primera gran acción de yihad urbana que sufre el continente, un modus operandi que se repitió en Bruselas y costó la vida a más de 30 personas. En la capital francesa la primera explosión fue en el acceso del Stade de France de Saint Denis durante el partido entre las selecciones de Francia y Alemania, en la capital de la UE el objetivo fue el aeropuerto internacional Zaventem donde al menos un suicida se inmoló en pleno hall de salidas. Cuando todos los ojos y servicios de emergencia trataban de ayudar a las víctimas, un segundo comando cometía el ataque orientado a ser el más sangriento. La sala de conciertos Bataclan en el caso parisino, la estación de metro de Maelbeek en Bruselas.

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Evacuación del metro de Bruselas tras la explosión.

Al menos siempre dos focos de atención en la misma ciudad para dividir a las fuerzas de seguridad y redoblar la sensación de pánico entre la población. Sangre, gritos, llanto, desolación, desconcierto… sensaciones nuevas, desconocidas, imágenes que los ciudadanos de a pie solo ven cuando llega la sección de internacional en los telediarios y llega el turno de Oriente Medio. El día a día de sirios o iraquíes llega ahora también al corazón de Europa de la mano de Al Qaeda, como en el ataque a Charlie Hebdo en enero de 2015, y sobre todo del grupo yihadista Estado Islámico (EI), autor de los ataques de noviembre en París y de Bruselas, dos ciudades que quedan unidas para siempre por la yihad urbana. Esta unión sería imposible de explicar sin la figura de Salam Abdeslam, considerado el cerebro de los atentados de noviembre y detenido esta misma semana en Bruselas. Su detención reveló que planeaba una nueva operación y parece claro que cuenta con una red de colaboradores con capacidad de actuar.

Al Qaeda y el EI imitan un modelo que puso en práctica Lashkar-e-Taiba (LeT), organización yihadista con base en Pakistán que lucha por la anexión de Cachemira a ese país, en su asalto a Bombay de 2008. Un comando formado por diez hombres desembarcó en la zona de Maachchimar Nagar, se dividieron en parejas y pusieron en marcha una operación que logró concretar nueve ataques en una hora y ocupar posteriormente tres puntos clave del sur de la capital financiera del país. La operación se saldó con 166 muertos, 23 de ellos extranjeros, y sesenta horas de terror en Bombay. El modelo de ‘yihad urbana’ golpeó sin descanso durante los siguientes años a Kabul, Islamabad, Lahore o Karachi y ahora se convierte en el arma más efectiva en Europa.

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Fuera magnicidios u objetivos complicados contra lugares muy protegidos, la estrategia consiste en objetivos civiles y cuanto más sencillos mejor. Así lo reveló Boubaker Al Hakim, el considerado ‘padre’ del yihadismo en Francia, en una entrevista concedida en marzo de 2015 a ‘Dabiq’, la revista del EI, en la que apostaba por abandonar el simbolismo que buscaba Al Qaeda con sus ataques y pedía a sus seguidores que eligieran “blancos fáciles, cuanto más fáciles mejor”. Abdeslam y los suyos han captado el mensaje y, aunque los aeropuertos son lugares fuertemente custodiados, el hall de salidas suele ser accesible sin pasar controles. También lo son una sala de conciertos o una estación de metro, ¿siguiente objetivo?

 

*Análisis publicado en los medios de Vocento el 23-03-2016