SEDNAYA. Puesto de control a la vista. El quinto desde la salida de Damasco. La bandera sobresale entre los sacos terreros, pero no se ven hombres uniformados. Un grupo de civiles armados registra vehículo a vehículo. Piden las tarjetas de identidad y se quedan con la documentación de aquellos que no son del pueblo. Es el acceso principal a Sednaya, aldea situada a escasos 30 kilómetros de la capital donde la seguridad está en manos de una milicia (aquí llamada Comité Popular) cristiana formada por voluntarios y apadrinada por el Ministerio de Defensa.

  «Aquí no hay Ejército, tenemos 100 personas que custodian los cinco accesos y ellos son los únicos encargados de la seguridad», informa Nicola al-Zahar, alcalde de este lugar muy próximo a la frontera con Líbano al que se llega después de ascender y ascender por una carretera estrecha de montaña. Antes el viaje desde Damasco se cubría en menos de media hora, ahora se puede tardar más de una hora debido a los controles y a que hay que dar un gran rodeo para no atravesar localidades donde hay choques entre régimen y opositores.
Este era un lugar para turistas y peregrinos que se acercaban al Convento de Nuestra Señora de Sednaya, ordenado construir por el emperador Justiniano en el año 547. Ahora los restaurantes están cerrados, las tiendas de recuerdos vacías y en el templo las monjas tratan de enviar un mensaje conciliador porque «en este país todas las religiones hemos convivido sin problemas hasta ahora. Dan miedo los que están llegando con pensamientos radicales».

Duros bombardeos
A menos de 20 kilómetros hay combates duros en la localidad suní de Al-Tal y 300 civiles han encontrado refugio en la escuela local donde «podrán estar hasta que ellos quieran, aquí no tendrán problemas», según el responsable de la ayuda a los recién llegados, Elia Al Khoury. «Al inicio del Ramadán entraron los milicianos del Ejército Libre Sirio (ELS) y a las pocas horas el Ejército lanzó una fuerte ofensiva. Hubo bombardeos muy duros y por eso tuvimos que huir», señala Selwa, que ha llegado con sus tres hijos.

«Aquí no van a venir los grupos armados de la oposición, imposible. Estamos armados, pero también tenemos a Dios», dice un vecino sentado a la puerta de la escuela. Los hombres que están a su lado asienten con seguridad.

«No hemos tenido choques con el ELS, hasta el momento nuestra milicia solo ha intervenido para capturar a delincuentes e ir contra bandas organizadas que aprovechando la inseguridad en el país han tratado de golpear aquí», apunta el alcalde desde un despacho presidido por la foto de rigor de Bashar el-Asad, omnipresente en toda Sednaya.  Esta misma estrategia de seguridad se repite en el resto de aldeas cristianas de la zona, grupos leales al régimen de El-Asad hacen el trabajo que en otros lugares desempeña el Ejército.