DAMASCO. Colas y más colas. Durante los últimos cinco años la economía de guerra ha obligado a los vecinos de Damasco a esperar horas, en diferentes momentos, para comprar el pan, repostar gasolina, comprar bombonas de gas… y ahora para cambiar sus libras a dólares o enviar dinero a los seres queridos que han emigrado al extranjero. En el centro de la capital las casas de cambio y las únicas tres oficinas en las que funciona el servicio de Western Union, que permite el envío y la recepción de dinero a distancia, son los lugares más concurridos.
“Quieren dinero en metálico para poder pagar su viajes hasta Europa, ahora se necesitan entre 3.500 y 4.000 dólares de media para completar el recorrido. Tenemos mucha demanda y no hay límite por personas como antes (el estado fijó una cantidad máxima de 500 dólares), después de mucho tiempo el Banco Central nos suministra todo lo que pedimos. Los sirios salen con dinero en el bolsillo”, señala Nader Al Shaar, responsable de una de las casa de cambio más populares en la plaza de Marjeh. Acaban de pasar las doce y media del mediodía y Al Shaar llama por teléfono al Banco Central para pedir un millón de dólares, en las primeras dos horas y media de día ya ha repartido 200.000 y no le quedan más. Aquí el euro apenas se maneja, todo funciona con la moneda estadounidense. Al poco rato llegan dos jóvenes, uno armado y el otro con bolsas de plástico en la mano, con el tesoro que pronto acabará en los bolsillos de las decenas de clientes que esperan su turno en una larga fila en la popular plaza del centro de la capital. 1.000, 4.000, 14.000, 50.000… cada uno apunta la cantidad que quiere en un papel donde está fotocopiada su tarjeta de identidad y en cuanto llegan los dólares empieza el reparto. Antes de la guerra un dólar equivalía a 50 libras, ahora son siete veces más y la moneda nacional no para de perder valor y la gente trae maletines o bolsas de basura con auténticos ladrillos de libras.
Envío de dinero a Europa
No hay que caminar mucho para ver otra gran cola a las puertas de la oficina de cambio de Al Fuad, pero aquí la gente no viene a cambiar sus libras, aquí acuden para recibir y sobre todo enviar dinero a sus familiares. Ibrahim Rajab da instrucciones a sus quince empleados. Imposible mantener el orden y la calma. La gente se apelotona en la puerta, mujeres a un lado y hombres al otro, a la espera de la llamada que indica que ha llegado su turno. “Antes era cuestión de minutos, ahora necesitas casi todo el día”, lamenta uno de los clientes en la parte exterior. Es el único de los ciudadanos que acepta hablar con el periodista extranjero, que trabaja en compañía de un funcionario del ministerio de Información y en este caso, debido a la proximidad de la gobernación de Damasco, rodeado de los guardas de seguridad que protegen la zona. El resto de clientes prefiere no hablar.
“Esta es la imagen desde el inicio del verano. La mayor parte de los clientes acude a enviar dinero a sus seres queridos. La gente sale de aquí con una cantidad de dinero suficiente para pagar el viaje, pero luego necesitan más cuando llegan a su destino final”, informa Ibrahim Rajab, responsable de esta oficina que abrió sus puertas hace cinco años. Alemania y Suecia son los destinos a los que más dinero se envía desde Damasco. Con el paso del tiempo los sirios que se quedan en el país confían en acudir a estas ventanillas, pero para recibir la ayuda de los suyos cuando ya se establezcan y empiecen a trabajar en la Unión Europea. De momento les toca esperar o viajar a reunirse con ellos.