“Si vives en Gaza y tienes menos de 14 años ya has sobrevivido a cuatro guerras y, si no emigras, sabes que te quedan unas cuantas por delante. Nada de ironía hay que ser claros y hacer entender a los niños que esto se repetirá”, así habla Soha Saluha, psicóloga de la organización Union of Palestinian Women’s Committees (UPWC), que se encarga de dar apoyo psicológico a menores en la Franja. Los once días de ofensiva han dejado 66 niños muertos y “toda una generación traumatizada, si el bloqueo no es ya suficiente castigo, estos episodios bélicos constantes dejan fuertes secuelas en unos niños aterrorizados que adoptan comportamientos extremos: o comen mucho o no prueban bocado, duermen durante horas o no pegan ojo, lloran sin parar o ríen como locos…”, asegura esta experta que durante los días de bombardeos mantuvo contacto vía teléfono y Facebook con las familias y les dio consejos como “intentar tenerles ocupados dibujando o con otras actividades o no permitirles ver las noticias ni las imágenes de los bombardeos”.
Layam y Lim son dos de las niñas con las que más de cerca trabaja Saluha, cuyo proyecto es parte del programa de la ONG vasca Mundubat en la Franja. Son gemelas, tienen nueve años y tuvieron que escapar de su casa en el campo de refugiados de Al Shati tras el ataque de Israel a una vivienda vecina en la que sospecharon que había un cabecilla de Hamás. La historia se repite para ellas ya que en 2014 les ocurrió lo mismo y salieron, como ahora, con lo puesto. Han encontrado refugio temporal en casa de su abuela, de donde apenas salen porque todo les da miedo. “Lo peor son las explosiones, no me las puedo quitar de la cabeza. Suenan lejos, luego cada vez más cerca, más cerca hasta que tienes que salir corriendo. Tengo pesadillas y me da mucho miedo pensar en que tengo que volver a mi casa algún día, no me siento segura en ninguna parte”, dice Layam, que de mayor quiere ser periodista, como su padre y a la que la guerra le ha quitado las ganas incluso de seguir con su canal de Tik-Tok, donde había comenzado a ser un rostro con influencia entre el público menor gazatí.
Los niños lo pagan caro
Desde la primera ofensiva israelí de 2008 los niños siempre han pagado caro el pulso entre Hamás y el Ejército. En 2008 el ataque duró tres semanas y de los 1.400 muertos, 300 fueron niños. En 2012 el choque fue de una semana y dejó 174 palestinos muertos, 33 de ellos niños. Dos años más tarde, los combates se alargaron durante 50 días y de los 2.100 gazatíes muertos, al menos 500 fueron menores, según los datos de Naciones Unidas. En un lugar tan densamente poblado y cercado por tierra, mar y aire, no hay escapatoria cuando empieza un bombardeo. En esta última ofensiva también han muerto dos menores en Israel a consecuencia del lanzamiento de cohetes por parte de las facciones palestinas.
“Esta vez, cuando veía salir cohetes, llegaba a soñar en que me subía en uno y me llevaba directamente a Jerusalén. Nunca he estado allí, pero cuando vaya me gustaría explicarles a los niños cómo vivimos nosotros la guerra”, comenta Layam ante la mirada de su hermana, que solo abre la boca para decir que ella quiere ser profesora de árabe en el futuro. Visten las dos de rojo, estrenan la ropa que tenían lista para la fiesta del Eid, la fiesta del final del ramadán que este año estuvo marcado por la violencia.
“Hablar es fundamental, que saquen lo que tienen en la cabeza, pero para eso necesitamos al menos que pase un mes. Hasta entonces no suelen hacerlo, lo llevan muy dentro”, detalla Saluha, que tiene su despacho decorado con las pinturas que los pequeños han ido haciendo estos días. Tres elementos se repiten: los soldados, la sangre y las banderas de Palestina. En algunos también se ve el Domo de la Roca de Jerusalén porque “esta vez ha calado muy hondo en la población de todas las edades el hecho de que la guerra haya sido por Jerusalén, ha sido algo muy diferente a las anteriores”, comenta la psicóloga. En su mesa tiene decenas de informes, cada vez tiene más consultas y siente que “con el paso del tiempo el odio también es cada vez mayor, un odio intenso al enemigo, pero también a las condiciones de vida aquí dentro, por eso ya desde muy pequeños los niños sueñan con volar, aunque sea sobre un cohete de la resistencia, es la primera vez que me lo dice más de uno, hasta ese punto llega la desesperación”.