TEHERÁN. ¿Está lanzando Irán un órdago sin cartas? No, la república islámica sabe a lo que juega. Una posible agresión externa le podría servir incluso para cerrar las heridas internas abiertas por las elecciones de 2009 y unificar a una cúpula ultraconservadora que se encuentra en guerra abierta. Esta fisura interna es el talón de Aquiles de un sistema que ha demostrado ser capaz de sobrevivir a las sanciones desde que nació y que incluso combatió durante ocho años contra un Irak respaldado por un Occidente que años más tarde tuvo que desandar el camino y cortar la cabeza de Sadam.

La purga en las altas esferas no se detiene. Los reformistas están fuera de juego y sus líderes bajo arresto domiciliario o con la prohibición de abandonar el país, los ayudantes de los líderes y simpatizantes del movimiento, por su parte, llenan las cárceles del país. A muy grandes rasgos, entre los fundamentalistas el debate se centra entre el ‘nacionalismo’ de los seguidores de Mahmoud Ahmadineyad y el ‘islamismo’ de los fieles seguidores del Líder Supremo.  Hasta ahora los golpes se han dado detrás de las cortinas, pero el primer round público del combate se vivirá en las elecciones parlamentarias de marzo.  El presidente ha limpiado la escena política del país de ‘mulás’, las altas esferas de Qom no le recibieron bien desde el principio de su primer mandato y ahora les está pasando la factura. Su lugar lo ocupan hoy paramilitares de la Guardia Revolucionaria, que en seis años han pasado de los barracones a los asientos de ministerios, parlamento y empresas de todo tipo.

Esta Guardia Revolucionaria es la encargada del blindaje interno, pero también de las actividades ‘asimétricas’ en el exterior a través de su rama de Al Quds, activa en Líbano, Irak o, como denuncian los opositores de Bashar Al Assad, en Siria, gran socio de Teherán en la región. ¿La división política ha llegado a los mandos de la Guardia Revolucionaria? Aparentemente no, pero en este país pocas cosas son lo que parecen. Las dudas dentro de este aparato militar paralelo a las fuerzas regulares y con competencias tan importantes como el programa balístico del país sí serían una auténtica amenaza para la supervivencia para un sistema que con tan solo treinta años de vida parece muy cansado.

Los fundamentalistas hablan de que tras el “filtro” posterior a las elecciones de 2009 ha nacido “un nuevo Irán” donde no hay sitio para los enemigos del régimen, un “Irán puro”. La gran pena que tengo es no tener la libertad para viajar por el país para poder comprobar que lo que se ve y respira en las calles de Teherán no es más que “una anécdota dentro del gran Irán, donde Ahmadineyad arrasó con un número de votos histórico”, me confesaba anoche el autor de un libro sobre Hashemi Rafsanyani, un libro en el que se acusa al ex presidente y ex presidente de la Asamblea de Expertos de ser uno de los cerebros de la ‘revuelta verde’ contra el régimen.