DAMASCO. Las casas de cambio están vacías en el centro de Damasco. Nada que ver con las imágenes del verano, cuando cientos de personas hacían cola cada día y esperaban su turno para vender sus libras sirias y comprar divisas, algunos para salvar sus ahorros, pero la mayoría para pagar sus viajes a Europa. Después de cuatro años de guerra millones de sirios habían encontrado refugio en Jordania, Líbano o Turquía, pero en verano se produjo un éxodo masivo hacia territorio europeo entre los que estaban fuera y los que seguían dentro del país. “Ha pasado el boom, de pronto se abrieron las puertas de Europa y la gente salió en masa, muchos no huían de la guerra, simplemente buscaban una vida y un futuro mejor para sus hijos y se fueron, era muy fácil entonces y no costaba más de 4.000 dólares (3.700 euros al cambio) ”, recuerda Nader Shaar, responsable desde hace cuatro décadas de una casa de cambio en la plaza de Merjeh. El Gobierno mantiene el cambio libre, sin restricciones, y ahora “tenemos menos clientes, pero que cambian grandes cantidades”, apunta Shaar, eterno fumador de tabaco negro en pipa que desde su teléfono gestiona cada día cientos de miles de dólares.

La llamada a la oración del viernes solo se rompe con la artillería que retumba en el cielo de Damasco. El día elegido por Estados Unidos y Rusia para el inicio del alto el fuego, fue uno más. La violencia no se detuvo y a nadie le extrañó. Frente a la casa de cambio de Nader Shaar hay tres agencias que vendían viajes directos desde Damasco a Esmirna, en Turquía. Un trayecto que se realizaba en autobús hasta el puerto libanés de Trípoli y de allí en barco a Esmirna, desde donde los sirios conectaban con las mafias para dar el salto a Grecia. Las agencias han cerrado.

Líbano, que alberga a 1,5 millones de sirios, ha endurecido sus medidas recientemente y exige reserva de hotel y una fuerte suma de dinero en metálico a los sirios que quieran entrar al país. Turquía, que acoge a 2,5 millones de sirios, ha sido aun más dura y, tras la firma del acuerdo con la Unión Europea, exige visado de entrada. Bruselas ha levantado su muro particular a través de un pacto con el Gobierno de Ankara por el que este se encarga de contener el flujo migratorio a cambio de millones de euros en ayudas y el levantamiento de la necesidad de visados para sus ciudadanos que quieran viajar a la UE. Un muro que estos días se puede ver forma gráfica en la frontera en la que 100.000 sirios que huyen de los combates en Alepo se ven obligados a permanecer en campos temporales.

“Europa cometió el gran error de anunciar una política de puertas abiertas. Eso provocó la salida de miles de personas de las zonas bajo control del gobierno que no vivían mal, pero que aspiraban a vivir mejor”, subraya Elia Amal, representante del ministerio de Reconciliación Nacional. Bruselas rectificó y ahora “las medidas adoptadas por Turquía han frenado en seco las salidas. En vez de acoger a los más pobres, a los que más tiempo llevan viviendo en campos, sin dinero para las mafias, Europa ha recibido a muchos sirios con recursos que si habrían tenido la oportunidad antes de 2011, también se habrían marchado. Estos no van a volver nunca”.

Silencio mediático
La llegada de más de un millón de personas, la mayoría de origen sirio, ha supuesto la mayor crisis migratoria y humanitaria en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, apenas tiene repercusión en los medios oficiales, que culpan de esta crisis al apoyo de Occidente a los grupos de la oposición armada. Aunque no hay habitante del país que no tenga familiares o vecinos fuera, “es una realidad que no existe para los medios y hasta un motivo de enfado para las autoridades, porque no todos los que se fueron son opositores, hay mucha gente de las zonas que controla el régimen que salió y pidió asilo. Pero en los medios oficiales no existen… aunque para ser sincero hace tiempo que nadie cree en estos medios”, confiesa un periodista sirio con dilatada experiencia que pide mantener el anonimato por motivos de seguridad.

La falta de gente en las oficinas de cambio contrasta con la masificación en los establecimientos de Western Union en los que se puede enviar y recibir dinero. La economía local está hundida, la libra ha caído hasta superar la barrera de las 400 libras por dólar (antes de la guerra estaba a 50) y los precios se han disparado haciendo la situación muy complicada para los ciudadanos de a pie. El sueldo de un funcionario medio no supera los 70 euros al cambio y el pluriempleo es obligatorio para llegar a fin de mes.

“Desde países como Alemania y Suecia lo que nos llega es que la gente tiene un techo y una asignación mensual al recibir asilo, y que con el paso del tiempo podrán tener papeles para trabajar y ganar un salario con el que aquí no puedes ni soñar”, explica Mohamed, que envió a su hijo de 18 años a Estocolmo y ya ha recibido un primer envío de 300 dólares (270 euros al cambio) desde allí. Se comunican cada día a través de Skype o WhatsApp y esperan que la guerra acabe pronto para verse de nuevo. “Hemos perdido a gente valiosísima en este guerra, generaciones enteras… por favor, que acabe ya”, suplica Mohamed, padre de otros dos hijos a los que no pudo pagar el trayecto a Europa.