La guerra ha divido a Siria en tres grandes zonas. Dos de ellas están bajo el control del gobierno de Damasco y de los kurdos y, aunque con limitaciones, los periodistas extranjeros podemos seguir trabajando si contamos con los permisos y contactos necesarios. La tercera parte del país es la que está en manos de los cientos de grupos armados de la oposición, entre ellos el grupo yihadista Estado Islámico (EI) y el Frente Al Nusra, brazo de Al Qaeda en Siria, y se ha convertido en un enorme agujero negro informativo comparable al que existe en todo el sur de Afganistán bajo mando talibán. Aquí trataban de hacer su trabajo los reporteros freelance Antonio Pampliega, Ángel Sastre y José Manuel López, en los distritos opositores de la ciudad de Alepo. Pero en estas zonas del país ya no sirven los contactos porque la oposición está tan fraccionada que uno sabe con qué grupo cruza la frontera, pero en cualquier momento otro más poderoso puede cruzarse en su camino.

Reporteros Sin Fronteras (RSF) recuerda que Siria se ha convertido en el “país más peligroso del mundo” para los periodistas. Según el calculo de RSF, 139 periodistas y 47 internautas han sido asesinados desde el inicio de la guerra, la mayoría sirios. Sólo el pasado año murieron 17 y 26 fueron secuestrados, según datos de la misma organización. El gobierno sirio, además, mantiene encerrados a una treintena de informadores, de los que prácticamente no se sabe nada, apunta RSF.

Tras el estallido del levantamiento contra el presidente Bashar Al Assad en marzo de 2011 se produjo la misma situación que en Libia. Debido a la dificultad para obtener visados, la rapidez de los acontecimientos y el fervor revolucionario de la bautizada como “primavera árabe” la mayor parte de la prensa optó por entrar de forma ilegal a las zonas que se levantaron contra el gobierno, sobre todo en las cercanías de las fronteras de Líbano y Turquía. Durante meses se pudo informar de las atrocidades cometidas por un gobierno que desde el primer momento no dudó en aplastar el levantamiento por la vía militar. Periodistas como Marie Colvin (Sunday Times) o el fotógrafo francés Remi Ochlik murieron en febrero de 2012 en Homs, conocida como la capital de la revolución, en mitad de los combates.

Poco a poco los grupos armados que se erigían en la alternativa al régimen fueron adoptando postulados cada vez más radicales y, con un Occidente que nunca se atrevió a apostar de verdad por la vía opositora, fueron el EI y Al Qaeda los que ganaron la partida y llenaron el vacío dejado por el gobierno. Con ellos se acabó el trabajo para la prensa local e internacional en esta parte de Siria y empezó la propaganda pura y dura a través de las redes. Los grandes medios y agencias reorientaron su trabajo a las zonas bajo control del gobierno y los kurdos y dejaron de enviar a sus reporteros a las áreas opositoras, a las que casi solo llegaban ya periodistas independientes.

En septiembre de 2013 se produjeron los secuestros de Javier Espinosa (El Mundo) y el fotógrafo freelance Ricardo García Vilanova, al norte de Alepo, y Marc Marginedas (El Periódico de Cataluña), en las proximidades de Hama, en el centro del país. 194 días de cautiverio en manos del EI en los que fueron compañeros de celda de los reporteros y cooperantes que los yihadistas fueron asesinando ante las cámaras para expandir su mensaje de terror. La primera ejecución fue el verano de 2014. El EI asesinó a  James Foley, periodista independiente estadounidense, y supuso un punto de no retorno. Después fue el turno de los cooperantes David Haines, Alan Henning y Peter Kassig y los reporteros Steven Sotloff  y Kenji Goto, ambos también independientes. Imágenes que se pueden repetir mientras exista el califato.

 

 

*Publicado en los diarios de Vocento 09-05-2016