TEHERÁN. “Haremos todo lo absolutamente posible para ayudar a Hamás y Hizbolá”. Mohamed Jouzi es el director del centro que la Fundación de los Mártires tiene en el cementerio de Behest-e-Zahra de Teherán. Esta organización, nacida con el objetivo de mantener y expandir el culto a los caídos en la guerra contra Irak, da cobertura a las familias de los fallecidos. Sueldos mensuales, dependiendo de la condición social, ayuda médica o vivienda son algunas de las prestaciones que se ofrecen desde las sedes de este organismo en todo el país.
Ali perdió a su hermano en la frontera iraquí en el año 84 y desde entonces acude cada semana a su tumba. En este cementerio donde descansan treinta mil víctimas de la guerra no hay lugar para los pésames. “No lo siento, es un orgullo saber que alguien de tu familia ha muerto en el camino de Dios. Fue una muerte gloriosa”, asegura mientras limpia la lápida de Morteza y le coloca unas flores.
Junto a las miles de lápidas, todas con sus fotos y decoradas con la bandera tricolor iraní, uno de los lugares preferenciales está reservado para otro tipo de mártires como Imad Mugniye, importante dirigente militar de Hizbolá asesinado en Damasco hace un año, o “los dos jóvenes libaneses”, como reza su lápida de mármol negro, que el año 1983 atacaron un cuartel americano en Beirut con un camión bomba y asesinaron a casi trescientos marines.
Con motivo de los fastos del treinta aniversario del triunfo de la revolución el Presidente Ahmadineyad visitó la fundación hace dos días. Completó su viaje a este lugar situado a las afueras de la capital y donde el Imám Jomeini ofreció su primer discurso nada más llegar del exilio, rezando ante la tumba del ayatolá, que descansa a pocos metros de estos mártires, muchos de los cuales acudieron al frente con la llave del paraíso colgada en su cuello como única arma. “Acabada la revolución no teníamos intención alguna de ir a la guerra, pero llegó el ataque de Sadám Hussein, respaldado por Occidente, y le conseguimos hacer frente”, recuerda Jouzi, quien perdió a dos hermanos en una contienda que se alargó durante ocho años.
“Nos acusan de armar a Hizbolá y Hamás, pero ¿dónde estaba la comunidad internacional para denunciar los crímenes de guerra de Sadám? Entonces nadie habló. Que deje Estados Unidos de armar a Israel y entonces podrán denunciar”, sentencia Jouzi, quien ve muchos cambios en un mapa de Oriente Medio donde “nada más consumarse la salida americana, Irak será nuestro. Gracias a nuestra experiencia en la guerra impuesta, somos cada día más fuertes”.