PYONGYANG. “Mi primer hijo nació el 22 de julio, tres días después de la muerte del Gran Líder, Kim Il Sung. La pena y la alegría se mezclaron en mi interior y mi pequeño, como todos los nacidos en el 94, quedó marcado para siempre”. Yun Chong Suk es guía oficial del Gobierno y se encarga de explicar a los extranjeros la arquitectura y simbología del Monumento al Partido del Trabajo, situado en pleno centro de Pyongyang. Viste el traje tradicional coreano, un vestido amplio de un alegre color rosa, habla un inglés perfecto, es amable y no para de hablar cuando alguien le interroga sobre el Gran Líder.
Yun Chong Suk pasa ocho horas al día dando explicaciones sobre la hoz, el martillo y el pincel de cincuenta metros de altura –símbolos que hacen alusión a los agricultores, los obreros y los intelectuales- de un monumento que se acabó de construir en 1995 y que no pudo ver terminado Kim Il Sung, pero que fue inaugurado por su hijo, el actual dirigente, Kim Jong Il.
Padre e hijo son los auténticos baluartes del enemigo más antiguo de Estados Unidos -que mantiene un despliegue extraordinario en el sur de Corea desde los años cincuenta- y cuyo sistema ha conseguido mantenerse pese a la caída de la Unión Soviética y al progresivo distanciamiento chino. “Kim Il Sung es el Sol de la nación, el padre, el presidente eterno, el Gran Líder. Kim Jong Il es el Querido Líder, el camarada presidente, el jefe de las fuerzas armadas, el mariscal”, aclara una y otra vez, Kim Hyon Chol, uno de los funcionarios de la Agencia Exterior coreana responsable de cuidar a los extranjeros durante su estancia en el país. Los matices a la hora de nombrar a los dirigentes son imprescindibles y, pese a que el Gran Líder murió hace trece años, su imagen y palabras son omnipresentes.
Momento nuclear
Corea del Norte está en el ojo del huracán de la comunidad internacional debido a la opacidad de sus actividades nucleares y a que cuenta con el quinto ejército del mundo en número de efectivos, con más de un millón de hombres. Como en el caso iraní -con quien comparte protagonismo dentro del bautizado como ‘eje del mal’ por George Bush en 2002- el tema nuclear es un asunto que afecta más a la política exterior que a la nacional. Ni eslóganes, ni campañas, nada recuerda en Pyongyang la crisis nuclear. “Es un tema que está en manos de nuestros dirigentes, sólo sabemos que es imprescindible contar con la bomba atómica para poder defendernos en caso de agresión. El enemigo está demasiado cerca”, señala el Mayor Che Son Il, que controla el puesto fronterizo con Corea del Sur en el mítico paralelo 38.
Este paralelo separara a un mismo país, con una misma lengua y mismas costumbres. Miles de turistas pueden ver en directo la transformación de un lugar usado hasta hace poco para el diálogo, en una mera atracción turística ya que el comité de armisticio dejó de funcionar en 1993. La relación entre las dos coreas avanza entre bambalinas, ya no hay diálogo abierto y público. Existe una línea férrea que une Seúl con Pyongyang (doscientos kilómetros separan a ambas ciudades), aunque no hay servicio de ningún tipo, y las empresas del sur se han desplegado en zonas económicas especiales como Kaesong –lugar que no dejan visitar a los extranjeros- pero aun falta muchísimo para la unidad entre dos mitades, que pese a los nexos culturales y familiares, son como la noche y el día.
Coche nacional
Las imágenes modernas de los neones y anuncios enormes de Seúl contrastan con la sobriedad de Pyongyang, donde los únicos carteles que se pueden ver son los que anuncian el Fiparam (silbido) y el Puqugi (ave), los dos coches fabricados por la empresa estatal. La cadena produce dos modelos equipados con motores Fiat. Los ciudadanos no tienen derecho a comprar un vehículo, sólo lo pueden recibir como premio. Los pocos coches que se ven son propiedad del estado y los manejan los altos dirigentes del régimen, los funcionarios de organizaciones internacionales y embajadas, o la Agencia Exterior encargada de recibir a los extranjeros.
“Se trata de una cuestión de medio ambiente. Los servicios públicos cubren las necesidades de la población. El coche es un lujo innecesario que además contamina y gasta una gasolina que nos cuesta mucho importar”, señala un funcionario del gobierno que conduce uno de los flamantes Fiparam de color negro por las solitarias carreteras del país.
Si el coche es un lujo innecesario, el matrimonio también es considerado un acto “inútil hasta los 28 años”, apunta uno de los traductores oficiales. Los coreanos destinan los mejores años de su vida a la causa revolucionaria y sólo a partir de ese momento pueden plantearse formar un hogar. Esta medida también cuenta con una explicación oficial que explica “que favorece a la estabilidad de las parejas. Los coreanos se casan maduros y por ello el fenómeno del divorcio no existe en nuestra sociedad”.
Líder de bronce y flores
Un paseo por Pyongyang es un paseo por una ciudad museo, una ciudad jardín en la que florecen las estatuas del Gran Líder en las riveras del río Taedong, que atraviesa la ciudad de este a oeste. Desde la colina Mansu una enorme figura de bronce de Kim Il Sung, de casi trece metros, domina la ciudad con el brazo derecho extendido hacia el cielo indicando al pueblo el camino a seguir. Una abuela acude con sus nietos hasta lo alto de la colina con un ramo de flores, “aun son pequeños y no se dan cuenta, pero en cuanto crezcan les enseñaré las palabras del Gran Líder, que sigue vivo entre nosotros”.
Las flores se amontonan bajo la hierática figura. Ramos de colores que impregnan el solemne lugar de un olor primaveral. El Gran Líder era un apasionado de la jardinería y por eso en esta parte del mundo se ha bautizado a una variante de la orquídea como Kimilsungia. Su hijo no podía ser menos y también ha adoptado a una flor, de la familia de las begoniáceas, a la que se le conoce como Kimjongilia, “la flor del anhelo y de la pasión”, según los encargados del Jardín Botánico de la capital.
Apertura económica
Los relevos en este tipo de sistemas son muy complicados y el actual líder vive a la sombra de la obra de su padre, el Sol de la nación. Su papel no es tan reverenciado y desde la disidencia le acusan de ser un “títere en manos de las Fuerzas Armadas”, sin embargo, durante su mandato está enviando tímidas señales de apertura.
Kim Jong Il ha viajado a China o Corea del Sur para establecer lazos comerciales, condenó los atentados del 11 de Septiembre de 2001 y se mostró dispuesto a firmar las convenciones internacionales contra el terrorismo, ha aceptado la entrada de los organismos de Naciones Unidas para paliar las consecuencias de las hambrunas (que en los noventa acabaron con la vida de más de dos millones de personas) y cada año envía a cientos de estudiantes a centros extranjeros para completar su formación. Unos pasos novedosos, pero insuficientes para acallar las denuncias de las violaciones sistemáticas de los derechos humanos dentro de un país en el que resulta muy complicado tener información precisa de lo que ocurre.
“El régimen da muestras de querer abrirse y el acercamiento al sur es una realidad. Una apertura progresiva, pero muy controlada para que no se le vaya de las manos. Lo que ocurre es que a Estados Unidos, o a la misma China, no les interesa una Corea fuerte y unida por eso sigue figurando en todas las agendas como país maldito, pero lo cierto es que se notan cambios”, afirma un diplomático latinoamericano que lleva viajando al país más de veinte años.
Pyongyang celebra una importante Feria Internacional en la que empresarios de todo el mundo acuden atraídos por las posibilidades de un país virgen en muchos aspectos. Desde comienzos del 2000 está vigente una ley por la que los extranjeros pueden poseer más del cincuenta por ciento de la inversión en empresas conjuntas, se ha abierto una sucursal del Banco Brilliance, en la avenida Mangyongdade, que permite las operaciones con todo el mundo y hasta obtener intereses con cada depósito… una especie de capitalismo a la norcoreana está llamando a las puertas de una comunidad internacional que acudió en ayuda del país para paliar los problemas de las hambrunas y que ahora pone la carrera nuclear como moneda de cambio para que Pyongyang avance en materia económica.