Después de casi un año a la sombra de los procesos revolucionarios que han sacudido al mundo árabe, Irán vuelve a las primeras páginas a falta de tan solo un mes para la próxima reunión del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA). En ese encuentro, según una información publicada por el diario «Le Figaro», que cita a fuentes cercanas a la investigación, «quedará al descubierto el carácter militar del plan atómico iraní».
La medicina nuclear iraní sufre las consecuencias de las sanciones internacionales.
Esta revelación ocurre al mismo tiempo que la Administración estadounidense redobla las críticas contra el régimen iraní por el supuesto intento de Teherán de asesinar al embajador saudí en Washington, Adel Al Jubeir, y volar las embajadas de ese país e Israel.
La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, ha recuperado el calificativo de «patrocinador del terrorismo internacional» para referirse a un Estado islámico donde ni los críticos con el régimen comparten la versión del complot defendida por la Casa Blanca. Analistas iraníes en el exilio como Mohamed Sahimi piensan que se trata de «un caso clásico de trampa tendida por parte de agentes del FBI y la DEA, como ha sucedido muchas veces en el pasado en Estados Unidos. Demasiadas como para ser ignoradas» y se pregunta «¿qué hubiera obtenido la línea dura iraní de tener éxito el ataque?».
«Es cierto que en un primer momento parece algo sacado de una película, pero cuando empiezas a conocer más detalles de lo que sabemos y de cómo y cuándo lo sabemos, cobra credibilidad», es la definición de la portavoz del Departamento de Estado, Victoria Nuland, sobre el supuesto intento iraní de asesinar al embajador saudí.
Esta «credibilidad» llevó a Nuland a pedir al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que adopte «nuevas medidas» para que la república islámica «rinda cuentas», aunque de momento aseguró que solo se plantean formas de «presión diplomática» que sirvan para aislar aún más al ya aislado régimen de los ayatolás. Donde, pese a las fisuras en la cúpula de poder, todos los dirigentes han cerrado filas y niegan cualquier implicación en unos hechos que Barack Obama califica de «indudables».
El guión de cine al que se refiere Nuland tiene como protagonistas a dos primos de origen iraní, Manssor Arbabsiar y Gholam Shakuri, este segundo un presunto miembro de las Brigadas Al Quds de la Guardia Revolucionaria, acusados desde el martes de conspirar para perpetrar los atentados con ayuda del cártel mexicano de «Los Zetas». Según el informe de la Inteligencia americana Arbabsiar, que ya está entre rejas, viajó en varias ocasiones a México entre finales de junio y las dos primeras semanas de julio para reunirse con un supuesto miembro de un cártel, que en realidad era un confidente de la agencia antinarcóticos (DEA, por sus siglas en inglés).
Ninguna de las reuniones está grabada, lo que ha provocado la descofianza de los propios medios estadounidenses que subrayan que cuando se trata de terrorismo el FBI siempre graba estos encuentros. En canales como Bloomberg, citando fuentes anónimas de la DEA, aseguran que Arbabsiar se presentó como «una persona cercana a los iraníes que controlan el tráfico de droga desde Afganistán y que podía conseguir toneladas de opio», nada relacionado con un atentado. Sobre Shakuri apenas se aportan datos y permanece en paradero desconocido.