Mouaz al-Khatib al-Hasani es sheikh, una de las profesiones más sensibles que se pueden ejercer en Siria. Habla con tono cordial y nunca pierde la sonrisa. No importa que hable de niños torturados en Dara –el elevó la denuncia a las organizaciones de derechos humanos- o de cadáveres brutalmente maltratados en centros de detención del régimen, Mouaz trata de ser positivo y piensa que todo el sufrimiento de los sirios no será en vano. Conoce muy bien a la cúpula que dirige el país y piensa que “son mentirosos compulsivos”, una mentira basada en su “alejamiento de la realidad porque realmente se creen dioses, gente intocable cuya misión es gobernarnos eternamente”.

El sheikh Mouaz en su casa de Damasco.

Nieto e hijo de sheikhs, su familia era hasta 1995 la responsables de dirigir la oración de los viernes en la mezquita de los Omeyas. Sus peticiones de libertad le costaron la censura del régimen que le prohibió predicar en cualquier mezquita de país. Tampoco puede escribir en la prensa local y cada dos semanas recibe de forma sistemática la visita de las fuerzas del orden que a veces se lo llevan detenido para interrogarle. “No importa, ya no hay vuelta atrás. Ellos se enfadan porque pensamos, porque soñamos con un modelo diferente, no pueden concebir que seamos capaces ni tan siquiera de pensar”.

Desde su ático en el centro de Damasco sigue con atención los sucesos en todo el país. Conoce a los sheiks de Siria y piensa que “ellos tienen realmente el poder en las calles”. Justifica las llamadas a la yihad en determinadas zonas “debido a la represión que sufren, a veces no hay otra opción que empuñar un arma para defender tu vida”. Asegura no tener relación alguna con partidos políticos, ni dentro ni fuera del país, y su única vinculación es con la Asociación de la Civilización Islámica, una de las más antiguas del mundo árabe de la que fue líder durante nueve años hasta que también las autoridades le retiraron de su cargo. Sin embargo, sigue vinculado a este organismo desde el que trabaja “por la libertad” a través de las dos únicas actividades que les permiten: caridad y ayuda médica a mujeres y niños. No tiene miedo a una guerra sectaria porque piensa que “se trata de una mentira más de las autoridades, la presencia de extremistas en Siria es muy limitada”.

Mouaz habla claro. Critica a la jerarquía religiosa del país, incluida la suní, por su alineación con las autoridades. Sueña con el colapso del régimen, no del sistema, y urge a una salida dialogada cuanto antes porque “el país va directo al colapso, los musulmanes debemos dar ua salida hasta al enemigo. El objetivo es que detenga el derramamiento de sangre”.