Eman tiene 28 años, es madre de cuatro hijos y acaba poner en marcha el negocio de su vida. Cada día, a las 9 de la mañana, sube la persiana de la cafetería y restaurante Lamet Sabaya y se pone manos a la obra al frente de la cocina y de la barra. Podría ser un restaurante más, pero su local es el primero y único que existe en Gaza para clientela exclusivamente femenina. Podría haberlo intentado en el centro de la ciudad de Gaza, junto a los nuevos centros comerciales y modernos supermercados, pero ha querido hacerlo en Abassan, la aldea de Khan Younis en la que nació y donde vive junto a su familia. Una zona rural al sureste de Gaza donde el peso de la tradición es enorme.

Para poner en marcha el proyecto, Eman ha vendido sus joyas y ha pedido un préstamo a familiares. Lamet Sabaya es ahora una realidad, un oasis morado y rosa, colores que ha elegido para la decoración, que ha abierto sus puertas “porque las mujeres necesitábamos un lugar donde estar tranquilas y solas, sin la obligación de tener que estar siempre acompañadas por algún familiar hombre para poder estar en una cafetería”, apunta la emprendora.

Las primeras semanas están resultando complicadas, no por la falta de experiencia o por lo complicado que resulta abrirse mercado, sino por la fuerte presión social y las amenazas e insultos que recibe a través de las redes sociales. “La reacción de la gente ha sido negativa porque piensan que estamos atentando contra la tradición y temen que esto se convierta en un centro de vicio. Incluso me han denunciado ante el Ayuntamiento”, lamenta la joven empresaria mientras muestra algunos de los mensajes recibidos en su muro de Facebook. Eman esperaba una reacción de este tipo y por eso ha contraatacado declarando el jueves como “día de la familia”, lo que permite a los maridos acompañar a sus esposas. “Es la mejor forma de que los hombres conozcan el ambiente que hay aquí y alejen para siempre sus malos pensamientos”, asegura.

Aunque en las cafeterías de Gaza se puede ver a mujeres fumando en público, en Lamet Sabaya no está permitido el consumo de shishas, las grandes pipas de agua que son uno de los grandes pasatiempos en la Franja. Eman tiene un equipo de cuatro trabajadoras y amigas y cuenta también con un chico que se encarga del reparto a domicilio, la única presencia masculina en el negocio. Para realizar esta entrevista con un reportero extranjero debemos esperar hasta última hora del día, cuando apenas falta una hora para el cierre. En ese momento solo una mesa está ocupada y Emam solicita permiso a las dos clientas para permitir la entrada de un hombre. Concedido.

El menú combina cocina tradicional gazatí con comida rápida, muy de moda entre la juventud palestina. Superada poco a poco la presión inicial, grupos de mujeres de distintos puntos de la Franja hacen reservas y acuden a Lamet Sabaya para disfrutar de algo desconocido para ellas hasta ahora. “La mayor sorpresa es ver la cantidad de ideas y planes que surgen de las mujeres que me piden que añada una pequeña biblioteca, una televisión para poder ver fútbol… En Gaza hay mucha mujer emprendedora, pero la mayoría pone en marcha sus negocios desde casa por miedo a la presión social”, comenta Eman, quien después de casarse a los 18 años y tener cuatro hijos en diez años se ha volcado de lleno en lo que llama “mi sueño”.