DAMASCO. Louay Hussein fuma y habla, habla y fuma. Sus palabras se cuelan entre el humo con un tono pesimista que refleja el estado de ánimo de la oposición política nacional cuyo mensaje anti régimen se ha visto eclipsado por la escalada de los choques armados. “Hemos fallado, hemos trabajado duro para intentar que los sirios pudiéramos decidir nuestro futuro, pero ahora estamos en manos de países que no son neutrales (Turquía, Irán, Catar, Arabia Saudí…), cada uno de ellos tiene intereses en esta crisis y no miran por los sirios, solo miran por ellos mismos y nadie nos escucha”, denuncia cabizbajo este ex preso político que ahora lidera el movimiento Reconstrucción del Estado Sirio. Es uno de los rostros más populares entre el grupo de intelectuales que en las últimas décadas se ha enfrentado al régimen, una lucha política que sigue en pie pero que “ha sido silenciada por la guerra civil que sufrimos. Una guerra sectaria con secuestros, asesinatos y matanzas diarias entre suníes y chiíes alauitas”. La salida de los diplomáticos occidentales del país, el último discurso del presidente dejando claro que “soy el presidente de aquellos sirios que respetan la constitución” y la postura belicista de la Liga Árabe son los tres puntos que empujan a este opositor a pensar que “ya no hay vuelta atrás en la guerra”.

 

Los últimos quince meses de revuelta en el país han servido para que los sirios pierdan el miedo a hablar y criticar abiertamente al régimen e incluso al presidente, Bashar Al Assad, una figura que para Hussein “no es tan importante como antes porque ya está claro que este es un régimen fallido. Solo cambiando a una persona no se va a solucionar el problema sectario. Además, debido a los llamamientos a la intervención armada por parte de la oposición en el exterior muchos de los sirios de la mayoría silenciosa y de las minorías religiosas han abrazado las tesis del régimen como mecanismo de defensa”. En estos meses de revuelta el movimiento que lidera ha pasado de las cárceles de los servicios de inteligencia a ocupar una oficina en el centro de Damasco en la que pasa horas y horas recibiendo a gente de todo el país y atendiendo a sus diez mil amigos en Facebook, pero ya no atiende las llamadas de los grandes medios árabes que “se han puesto a la altura de la prensa oficial del régimen y no tienen credibilidad. Están al servicio de los intereses de sus dueños y mienten. Por eso cuando escuché lo de la matanza de Hama, por ejemplo, no me lo creí, ya no les creo nada”.