La realidad supera por mucho a la ficción y ‘Oriente Medio, Oriente roto’ es pura realidad en una parte del mundo en la que los conflictos se han vuelto crónicos y vive en eterno post conflicto. Acostumbrado a escribir casi a diario noticias que no suelen superar las 500 palabras, tuits de 140 caracteres, crónicas de radio de 30 segundos y piezas para los informativos de televisión de apenas un minuto, el salto al formato de libro era un reto y una necesidad. Primero había que ordenar los recuerdos de los últimos once años de trabajo en la región, revisar notas y vídeos, llamar a contactos y fixers y buscar una disciplina de escritura diaria.

Lo primero lo hice, lo segundo, en cambio, nunca lo logré. Decidí dividir el trabajo geográfica y temporalmente para tener al menos una decena de capítulos y así poder enfrentarme de una forma más cómoda al respeto que impone la primera página en blanco. El proceso de selección fue duro, pero como periodista acostumbrado a los cierres, me ayudó tener un calendario de entregas que debía respetar. Cumplí con las fechas pactadas, siempre al límite, como debe ser, pero escribía y escribía y al otro lado había un equipo de personas que leía el material y hacía sugerencias para ir puliendo el trabajo.

¿Cómo unir tantos países y momentos clave en la historia reciente de Oriente Medio? Intentando que el libro adquiriera el tono de una gran crónica de todas mis crónicas. Para ello dejé a un lado las normas de estilo que empleo en el trabajo del día a día y recurrí al presente y a la primera persona, en lugar del pasado y la tercera persona. Por primera vez, me tocaba compartir espacio con entrevistados, hablar de los interminables trayectos en taxi o autobús que nunca aparecen en las noticias e incluso revelar mis sentimientos y opiniones. El periodista se convertía en parte de cada relato, pero sin hacer sombra a esas personas que han ido pasando por mis coberturas y que son la columna vertebral de ‘Oriente Medio, Oriente roto’.

Con los capítulos más o menos claros, necesitaba establecer unos hábitos de escritura, pero no pudo ser porque el día no me lo permitía.  La mayor parte del libro está escrito en aeropuertos, aviones y hoteles. Cada viaje, cada cobertura me servía para reencontrarme con el pasado. Me ponía los auriculares, elegía una música diferente dependiendo del país y de la situación, y volaba mentalmente a mi pasado reciente. Tenía claro que necesitaba un arranque fuerte y por eso elegí el homenaje al periodista británico Richard Beeston en el Prólogo, que me dio su chaleco antibalas en Siria en medio de un tiroteo tras confesarme que tenía un cáncer terminal y yo lo podía necesitar más que él. Después tenía que venir Irán, ya que el terremoto de Bam en 2003 hizo temblar mis cimientos como persona y periodista y me empujó a tomar la decisión de abandonar un trabajo fijo en una redacción para lanzarme a la aventura del periodismo internacional. Entre 2006 y 2011 me pasaba la mayor parte del tiempo en Irán, Irak, Afganistán y Pakistán, pero a raíz de las conocidas como “primaveras árabes” el trabajo se concentró en Egipto, Libia, Yemen y, sobre todo, Siria. Y estas “primaveras” son también parte fundamental del libro porque no me perdí ninguna (para desgracia de los míos a quienes la espera se les hizo eterna).

Este libro recorre estas heridas abiertas y es también el recorrido personal de un periodista desconocido y sin medios de un diario de provincias que quería dar el salto a las coberturas internacionales, algo reservado a los corresponsales y enviados especiales de los grandes medios. Un mochilero empedernido que pudo sobrevivir en el terremoto de Bam gracias a la ayuda de ONGs y al que en 2006 le cayó encima la ofensiva de Israel contra Hizbolá y decidió quedarse porque toda su vida había soñado con cubrir una guerra. Como la realidad de una guerra supera a cualquier película o novela, la realidad de esta profesión de freelance metido a lo que se denomina “corresponsal de guerra” también va más allá de los tópicos que la gente tiene en la cabeza.

He escrito con lágrimas en los ojos, he contado cosas que no había contado ni a mis seres más queridos y estoy sorprendido con la repuesta ya que el libro está en su quinta edición después de apenas cuatro meses en las librerías. Parece que hay vida más allá de los 140 caracteres y yo voy a seguir intentando contar lo le que pasa a la gente en la parte del mundo en la que me encuentre en periódicos, radios, televisiones y libros, la última rama de una mochila multimedia que no para de crecer.

*Making of publicado en: https://www.zendalibros.com/oriente-medio-oriente-roto-mikel-ayestaran/